viernes, 18 de junio de 2010

¡Europa, la última oportunidad!

Basta con fijarse en el gasto del gobierno federal de Estados Unidos, que ronda el 16% del PIB, para darse cuenta de que el limite del 1,27% del PIB fijado al presupuesto europeo no parece ser la solución para salir de su crisis económica. El gasto público estadounidense es, sin duda, lo que permite la recuperación de la economía americana y lo que sustenta el dólar conforme a la política monetaria que se le asigna. El enorme déficit del Estado de California de 42.000 millones de dólares, no parece amenazar ni la moneda ni la economía americanas.

Siguiendo las recomendaciones de los expertos, los países europeos están tomando, cada cual en su ámbito nacional, medidas de corte técnico, con las repercusiones sociales que sabemos, en el momento en que el razonamiento lógico indica que la clave reside en tomar medidas políticas y estructurales de la envergadura del federalismo y de incremento del presupuesto europeo.

Se está asistiendo a un verdadero vals, a contrarreloj, inusual y apresurado, de medidas legislativas y reglamentarias, en la casi totalidad de los países europeos, con la finalidad anunciada de atajar la crisis de la moneda única y evitar quiebras estatales. Es obvio que los recortes de salarios y pensiones, el abaratamiento del despido y el retraso de la edad de jubilación no se corresponden con el objetivo de salvar el Euro y aliviar la deuda pública. A lo más servirían para atenuar el déficit público y mejorar temporalmente la conjetura. Pero, de ninguna manera preparan una cierta inmunidad del sistema frente a la próxima crisis.

Por otra parte, tales medidas amenazan con dificultar el cobro de la deuda privada y aumentar la presión sobre el sistema bancario.

Ante este panorama, resulta sorprendente que el fondo monetario internacional apele a más competitividad de las economías europeas -altamente competitivas, por ahora, a nivel tecnológico y de calidad- sin avisar de que la única vía para hacerla aún más competitiva consiste en superar el modelo chino. Es decir, trabajar más de doce horas al día, más barato y renunciar a todas las prestaciones sociales, amén de la disponibilidad de un mercado interno de alrededor de casi un millar y medio de habitantes, del que no disponen las empresas europeas.

A todas luces, la solución no se puede encontrar en tecnicismos económicos y financieros, que recién demostraron su rotundo fracaso, sino en la recapacitación política que permita al proyecto europeo dar el salto decisivo hacia la estructura federal, que figuraba en la ambición de los fundadores. El proyecto europeo se quedó corto y, posiblemente, las ambiciones electoralistas de algunos de sus líderes lo dejaron más encogido en el acuerdo de mínimos de Lisboa.

El proyecto europeo tiene su última oportunidad. Cierto que el momento es grave y los especuladores de los mercados financieros lo hacen más difícil, pero no hay duda de que si no se avanza, se retrocede. Recobrar el liderazgo político no será fácil. Muchas prácticas innovadoras han transformado la democracia en ecuaciones matemáticas electoralistas, en manos de maquinarias políticas partidistas que se ocupan más de contar votos que de producir ideas y confianza.

El proceso de la Unión Europea no prevé ni estancamiento ni marcha atrás. O avanza o se hunde, y este último escenario no sería de buen augurio para el resto del mundo.

Abdeslam Baraka
Rabat 14 de junio 2010

domingo, 13 de junio de 2010

Palestina querida

Palestina sola,
Por haber sido olvidada.
Palestina sola,
Que aún siendo tierra de profetas,
Se muere de sus heridas, profundas y letales.

Palestina sola,
Por el infausto defecto humano,
De no saber distinguir
Entre tantos amores:
De la fe, a la perfidia de los traidores.

Ni el llanto de sus débiles viudas,
Ni la soledad de sus huérfanos,
Sabrán hacer entrar en razón
A supuestos amigos y tantos fieros enemigos,
Diseminados por las tierras de Dios.

Solidaridad exhibida,
Fondo de comercio, satisfacción o sentimiento del deber cumplido,
Nos permiten seguir el camino
Sin apenas derramar la lágrima
De la sensación de dolor ni de la humana conmoción.

Palestina sola,
Por haber sido olvidada,
Hoy gustan enfocar a Gaza, Palestina también sola,
Pero arrinconada y guerrera.
Gaza, rama entre las ramas de un singular olivo.

Palestina sola, volverá a ser unida,
Palestina sola, sabrá un día perdonar
Para lograr la convivencia
Que ni la dominación por la fuerza
Ni la vil etnocracia, supo nunca imponer.

Palestina querida,
No esperes nada de nadie.
Tu destino será escrito
Por los sacrificios de tus seres queridos
Que sabrán doblegar el yerro de la locura, 
por la dulce fuerza de la razón.

Abdeslam Baraka

Rabat el 10 de junio 2010

viernes, 12 de marzo de 2010

Mujer indignada por “el día de la mujer”

Era el 8 de marzo y la mujer que tenía al lado en el autobús recibía llamadas de unas amigas felicitándola y comentando el Día Internacional de la Mujer. Me sorprendió la respuesta que daba a sus exaltadas interlocutoras, en animadas conversaciones. Se sentía indignada y disminuida en su condición de mujer. Se sentía equiparada con causas y fenómenos tan dispares como el día de las cooperativas, de la preservación de la capa de ozono, el día mundial sin tabaco o a uno de tantos días que se dedican a celebrar lo que son realidades de cada día. ¿Tiene sentido celebrar el día de la madre o el del padre o el de San Valentín?

Llamaba mi atención ver a una mujer rechazar un pretendido homenaje. Al llegar a casa, busqué el calendario de eventos y días internacionales de Naciones Unidas. Conté 109 eventos, repartidos en 93 días algunas jornadas eran compartidas, y otras se transformaban en semanas. En vano traté de encontrar algún denominador común, un argumento que me ayudase a comprender los requisitos reglamentarios o, al menos razonables, que justificasen la inclusión de un evento dado en dicho calendario.

Mi confusión era total. Pasaba de principios universales de importancia trascendental, a aniversarios o causas regionales o nacionales, pasando por homenajes relativos a conceptos obviamente obsoletos. Lo único que aparecía claro era que los participantes en las asambleas generales debieron sentirse muy orgullosos con la sensación del deber cumplido, y seguramente convencidos de haber resuelto un problema importante.

Quise comprender a la mujer del autobús. Pensé que no era cuestión de pasar por alto la milenaria y penosa lucha de tantas mujeres y de no pocos hombres, convencidos de la igualdad de género; lucha que todavía tiene mucho camino por recorrer. Para ella se trataba de evitar que la cuestión de la mujer se frivolice o que se reduzca a un simple  trofeo, expuesto en las estanterías del museo de resoluciones de la asamblea general de Naciones Unidas.

Me puse en su lugar y me dije que las causas no avanzan con discursos o banquetes, ni se imponen a través de festejos o dedicándoles escasos minutos de difusión, en la radio y televisión, una vez al año. Que no es suficiente recordar, esporádicamente, a los que deciden y legislan que la mujer sigue sufriendo y que merece la compasión de sus señorías. Que no estamos confrontados a la situación de una minoría discriminada o al apoyo a un grupo político perseguido por sus ideas o declaraciones, que pueden merecer interés y solidaridad. 

Entendí, entonces, que el tema era mucho más grave y ciertamente más importante de lo que aparentaba ya que concernía a la otra mitad de la humanidad y que, en fin de cuentas, era el problema de toda la humanidad.

¿Tanto cuesta hacerse a la idea de que esa hija, ese cónyuge, esa madre, es la misma persona en diferentes etapas de su vida, que es la mujer, sin más ni menos? ¿Cómo comprender que se la proteja, se la maltrate  o desdeñe y se la venere cuando es hija, cuando es cónyuge o cuando es madre, según la suerte que le toque? Y para colmo, que esa suerte resida en un hijo, un cónyuge o un padre, en un hombre. Es decir, un semejante en alguna etapa de su vida.

Ahora me doy cuenta de que la mujer del autobús llevaba toda la razón. La solución no podía estar en los meandros de la ONU, ni mucho menos en sus resoluciones o días internacionales, sino en nuestro profundo interior.

Algo, pues, tendremos que hacer para reencontrarnos, reconciliarnos con nosotros mismos y con nuestro género. Quizás se trate de recuperar y vivir con plenitud nuestra condición de seres humanos.

Abdeslam Baraka
CCS

12 de Marzo 2010

viernes, 26 de febrero de 2010

El hervidero europeo

La moneda única, la relación transatlántica y la inmigración amenazan el proyecto de integración europea, como consecuencia de las nuevas realidades. ¿Habrá dudas sobre su futuro?

Desde la introducción del Euro, en 2002, es la primera vez que la moneda única se desenvuelve en un contexto de crisis económica y financiera. En 2008, ante las primeras sacudidas, el Euro aparecía como el protector de las economías europeas frente a las réplicas de la crisis financiera. En la actualidad, es obvio que se transforma en un serio freno para los países en riesgo, impidiendo la práctica de devaluaciones competitivas, capaces de fomentar el crecimiento a través de la exportación y captación de inversiones y de facilitar la lucha contra el desempleo.

Hay que recordar que en el momento de su introducción física, el Euro ha contribuido al aumento de los precios y mermado el poder adquisitivo de los ciudadanos. Pero sus defensores, lejos de imaginar circunstancias similares a las que se viven hoy en día, se complacían en su afán de competir con el dólar y de tratar de hacer del recién nacido la moneda de referencia en las transacciones internacionales, incluyendo el comercio del petróleo. 

La idea no era descabellada pero se quedaba a medio camino precediendo una unión política que, en el Viejo continente, no dejaba de ser una quimera, a pesar del tratado de mínimos de Lisboa.

¿Dónde quedan los famosos criterios de Maastricht que condicionan la adhesión a la moneda única en términos de estabilidad de precios, finanzas públicas y tasa de cambio?

Lejos del primer tema, leemos en diferentes medios de comunicación que en previsión de la conferencia de Nueva York, en mayo próximo, sobre la revisión del tratado de no proliferación nuclear, que el Primer ministro Belga, Yves Leterme, hace público en un comunicado, la evaluación de una iniciativa conjunta entre varios países europeos (Alemania, Bélgica, Holanda, Luxemburgo y Noruega), con vistas a eliminar el arsenal nuclear en Europa. No se está lejos de replantearse el papel de la OTAN, heredado desde la guerra fría, o reconsiderar la tradicional relación transatlántica.

Lo que sorprende, en primer lugar, es que esta iniciativa no cuente con la adhesión de Israel, como gesto de buena voluntad ante las pretensiones de Irán y las perspectivas de paz en Medio Oriente. Y en segundo lugar, cabe cuestionarse sobre la voluntad del Reino Unido y de Francia ante la variante de prescindir de la clásica política de disuasión frente a Rusia. En todo caso, la iniciativa belga tiende a comprometer seriamente la tradicional influencia de Estados Unidos en Europa.

A estos elementos hay que añadir nuevos indicadores como la reciente caída del Gobierno holandés a causa de diferencias irreconciliables sobre la prolongación de la misión militar de Holanda en Afganistán, o el malestar francés por la intervención humanitaria de Estados Unidos en Haití.

Todo este vaivén aparece como un replanteamiento de la relación de la Unión Europea con Estados Unidos. Podría ser consecuencia de una presunta debilidad en la nueva política internacional del Presidente Obama; del mismo modo que se podría atribuir a sentimientos de desamparo frente a una crisis que no acaba de terminar.

Otro tema que sigue provocando confusión, pasión e incertidumbre, es la inmigración. Frente a la crisis se recurre a su descalificación y no son pocos los sectores políticos que ante las próximas consultas electorales, preparan sus armas para utilizar a seres humanos como arma arrojadiza, a pesar de saber todos que son imprescindibles para supervivencia de la Unión Europea.

Por ello cuesta imaginar que los políticos pretendan ignorar lo que supondrían la falta de natalidad, las oportunidades de crecimiento, el equilibrio de la Seguridad social y las necesidades de bienestar, en particular, para la tercera edad, perdiéndose en debates contraproducentes de  velos o identidades nacionales.

No se trata aquí de fomentar la inmigración sino de sostener un discurso razonable, realista y transparente ante la ciudadanía.

Por parte de los países exportadores de mano de obra, corresponde considerar el déficit que supondría para ellos prescindir de esa fuerza de trabajo y de su capacidad creativa a medio y largo plazo.

La cuestión no es de saber cual de los dos bandos pierde o gana, sino dejar de cuestionar la condición humana, su dignidad y su libertad natural.

Es hora para Europa de definirse de nuevo. Se supone que el ciudadano europeo reclama que su proyecto de integración, no sólo sea el de la prosperidad, sino el que le garantice la seguridad en tiempos de vacas flacas. Sólo en ese caso la Unión Europea podrá cumplir con todas sus promesas y expectativas.

Abdeslam Baraka

Rabat 26 de febrero 2010

viernes, 19 de febrero de 2010

Catástrofes y similitudes

Haití e Irak han sufrido hecatombes de dimensiones apocalípticas. El primero lo fue por causas naturales, el segundo por causas humanas. El efecto sobre el Estado y la población es idéntico y el dolor de las víctimas inocentes es el mismo, aunque las causas sean diferentes.

Dos países diezmados, que apelan a la ayuda y reconstrucción, destruidos, los dos, a nivel de la estructura de Estado, de infraestructuras y de su propia alma nacional. De la noche a la mañana, desaparecen las administraciones, los archivos de jubilación, de impuestos, de antecedentes delictivos y de propiedad; como si tuviesen que nacer de nuevo.

Según la encuesta de Research Business, las muertes violentas como consecuencia del conflicto de Irak se elevarían, en agosto del 2007, a 1.033.000. En el caso de Haití, las víctimas mortales del sismo se sitúan entre 150.000 y 200.000, conforme a las estimaciones de la fuerza especial de Estados Unidos desplegada en el país. En los dos casos, las personas afectadas se cuentan por millones, sin contar con el dolor, que no cabe ni en cifras ni en fajos de billetes de dólares.

Hasta donde sabemos, los sismos y las armas de destrucción masiva pueden causar efectos similares en bienes y vidas humanas. Por lo tanto, nuestra vindicación ante tales amenazas debe ser tan clara como contundente: Previsibilidad, Solidaridad y Responsabilidad.

La historia, nos ha enseñado -salvo a los que no quieren recordar- que lo que pensamos que es nuestra realidad se puede transformar en ficción y que el poder que pensamos tener se puede esfumar en pocos segundos. ¡Cuánta riqueza se ha diluido en la última crisis financiera y cuantos países se han visto al borde de la bancarrota o continúan estándolo! 

Dediquemos unos segundos al recuerdo de los bombardeos de Hiroshima y Nagasaki, a los conflictos mundiales del siglo XX, a las guerras coloniales o civiles entre hermanos de la misma patria, a la ola destructiva del tsunami, a la tragedia, sin fin, de Afganistán, a la horrible matanza del 11-S, a la del 11-M, a los trenes de Londres, a la última masacre en Gaza (Palestina) y a tantas catástrofes de la historia de la humanidad, sin olvidar el conmovedor Holocausto. No importa cómo nos venden nuestras penas ni cómo las justifican; no importan las causas; el hecho es que nuestros males son nuestros, los de la humanidad, y que nadie puede decir que de esta agua no bebo.

Tampoco podemos olvidar el cinismo de ciertos medios y sectores que veían en la destrucción de Irak la ocasión de oro para participar en las ya famosas e inútiles “conferencias para la reconstrucción” y obtener contratos millonarios; argumento que llegó a ser el mascarón de proa de ciertos políticos, para tratar de convencer a sus opiniones públicas de la necesidad de participar en la agresión bélica e ilegítima a ese país. “Let's do Business”, decía uno de ellos, prácticamente, sobre los cuerpos de miles de víctimas calcinadas.

Pretendemos vivir bajo el amparo de Estados de derecho “modernos”,  tecnológicamente dotados y económicamente sostenidos por los recursos y producciones individuales y colectivas, sean naturales o impositivos. Esos Estados tienen la obligación de garantizar un mínimo de previsibilidad y capacidad de reacción frente a la adversidad, antes de desplegar balances de “realizaciones”, que serían las primeras en ceder ante cualquier fuerza destructiva.

A todos nos parece que el marco actual de Naciones Unidas no responde a nuestras preocupaciones, pero seguimos organizando solemnes y costosas asambleas generales, profiriendo discursos que nadie retiene y anunciando intenciones que nadie sostiene. Sabemos de las dificultades de reformar tal organismo y es sobradamente conocida su incapacidad de prevenir y resolver los conflictos. Pero desde ya, se le puede reforzar y darle vida, apoyando, al menos, su capacidad de coordinación y de intervención humanitaria ante cualquier situación de catástrofe, sea natural o de guerra.

Estoy convencido de que la tragedia de Haití no hubiese tenido la misma respuesta de la comunidad internacional si no fuese porque los gobiernos poderosos del mundo se sintieran avergonzados por no reaccionar con la misma celeridad y contundencia ante la catástrofe natural de ese país como lo hicieron frente a la reciente crisis financiera. Aunque queda por averiguar si todas la promesas de contribución serán cumplidas.

Cuando es la naturaleza quien nos vence, nos resignamos ante una voluntad superior y cuando es el poderío bélico el que vence, nos inclinamos ante la “razón del vencedor”, pero la desgracia del ser humano sigue siendo la misma.

Abdeslam Baraka
CCS
Rabat 17 de febrero 2010

jueves, 21 de enero de 2010

Co-desarrollo, Democracia y Vecindad

Dentro de pocas semanas, se celebrará la primera cumbre Euro-Marroquí, desde la consagración del estatuto avanzado de Marruecos, en el marco de la política de Vecindad Europea. Todo salvo las instituciones, es el reto de esta relación, entre dos culturas.

España que ejerce la presidencia semestral de la Unión Europea, junto al flamante Presidente del consejo europeo Herman Van Rompuy, asume un papel histórico en esta fase de transición prevista por el Tratado de Lisboa. De ella dependerá el enfoque que se dará a la relación Norte-Sur dentro de la nueva estructura y el futuro que se reservará al conjunto de la política de vecindad.

Se supone que el encuentro tratará, entre otras materias relevantes, de co-desarrollo, de cooperación y de convergencia democrática. 

En su entrevista con el diario el País, el Presidente del Gobierno español subrayó que "la cumbre UE-Marruecos debe servir para impulsar, fortalecer y mejorar todo el proceso de modernización de Marruecos". En este contexto, la primera interrogación que se impone concierne el proyecto de desarrollo en relación con la percepción del modelo de democracia.

Me había llamado la atención, hace un tiempo, una frase pronunciada por el Ex Presidente Felipe González  cuando dijo, que lo que mas temía era el fundamentalismo democrático. Con esta afirmación, el ilustre conferenciante planteaba lo que en un entorno democrático se debe de tener en cuenta, de manera  discernida y constante.

Esto nos invita a plantear las siguientes interrogaciones: ¿Nos llevaría, la practica de la democracia, a unos y otros, a un solo modelo de sociedad?  ¿O mas bien, la democracia, debería ser la vía que nos permita arrimarnos a nuestras identidades respectivas, libremente consentidas y asumidas, preservar nuestras culturas y asegurar, de esa manera, una convivencia en armonía?

Son preguntas que podrían resultar sorprendentes para algunos, alegando la evidencia de los valores democráticos. Pero la vida real invita a considerar con cautela los prejuicios y a veces la soberbia de los que dudan de una democracia del sur, y que suelen tratar de imponer una cierta concepción de la democracia.

La segunda interrogación concierne el objetivo y metodología del proceso democrático.

A mi juicio, la democracia no es ciencia, ni es religión. Tampoco se trata de una asignatura que se pueda inculcar ciegamente en cualquier contexto. De ahí, la necesidad de identificar, fomentar y arraigar en cada cultura, los principios que coinciden con los valores universalmente reconocidos como democráticos, para que el comportamiento democrático, diría el reflejo democrático, sea espontáneo y el aprendizaje, natural y permanente. 

El camino medio, el equilibrio entre ambición y posibilidades de asimilación, son conceptos fundamentales que deben acompañar cualquier asentamiento democrático. La democracia, nos es solo libertad; es ante todo la mejor manera de organizarla y paradójicamente, también la posibilidad de ponerle limites razonables, con vistas a garantizar la convivencia colectiva.

El sistema democrático corre, permanentemente, el riesgo de pecar por defecto o lo que puede ser peor, de excederse. Digo peor, porque en ese caso, conllevaría los gérmenes de la "reacción" o la semilla de su auto-destrucción.

La practica de la democracia en una sociedad dada es fundamental y su preservación en el marco de la Ley, del consenso y de la adhesión social, es vital.

A este respecto no se puede refutar que el debate que anima, actualmente, a la sociedad marroquí, es de buen augurio.

Muchos son los comentarios que tratan de valorar en un sentido u otro, la trayectoria actual del proceso democrático de Marruecos; unos razonable y objetivamente y otros a partir de actitudes de soberbia y perjuicios.

Lo cierto, es que se trata de un nuevo impulso irreversible, en el que participan todos los componentes de la sociedad marroquí, y que merece el respeto y el apoyo de los pueblos hermanos y amigos.

Para ello, Marruecos emprende, por iniciativa de la institución monárquica, una profunda reflexión sobre la reestructuración del Estado basada en una regionalización avanzada. Del mismo modo, asume el respeto a los derechos humanos como una prioridad y no escatima esfuerzos en fomentar su desarrollo, contando, ante todo, sobre sus medios propios. Su objetivo es contribuir al impulso del co-desarrollo equitativo y a la estabilidad regional.

España en calidad de Presidente actual de la Unión Europea y como Estado vecino, tiene la oportunidad de plasmar su huella en un proceso de convergencia que garantice una relación bilateral estable, responsable y duradera.  

Abdeslam Baraka
Rabat el 20 de enero 2010

viernes, 15 de enero de 2010

Mantener la movilización para el futuro


Todo indica que el 2010 empieza con buen pie a nivel económico y financiero. Las bolsas internacionales han recuperado parte de las pérdidas ocasionadas por la crisis financiera y los indicadores económicos permiten augurar una recuperación, lenta pero certera, o al menos así lo pronostican los "gurús" del sector.

Como si nada hubiese pasado, volvemos al mismo sistema, limitándonos a asistir a algunos tirones de oreja a algún que otro banquero y a alguna que otra restricción provisional, mediáticamente calculada, de los famosos bonos o jubilaciones doradas, dudosamente merecidas.


En la actualidad, la crisis financiera, iniciada por el comportamiento irresponsable de los sistemas bancario y bursátil occidentales, ha dejado paso a las dificultades políticas de los gobiernos que luchan por cerrar unos presupuestos, que carecen de recursos suficientes y que pretenden contener un malestar social latente.


En otras palabras, nos encontramos ante la inhabitual situación en que el Estado, o el poder político se ve debilitado; por haber reaccionado e intervenido en un sector de la economía dejado durante mucho tiempo a sus anchas y que amenazaba con quebrar el sistema. Ese mismo sector, hoy convaleciente pero suficientemente recuperado como para devolver "la cortesía", no parece conmoverse por las dificultades de su salvador.


No olvidemos que para salir de esta, se tuvo que recurrir a planes multimillonarios (dos mil billones de dólares) de rescate de bancos y entidades financieras e industriales, financiados por la plancha de billetes, paulatinamente asumida por el contribuyente; sin dejar de tener en cuenta, los que necesitan todavía del gran emprunt national para superar el bache.


Copenhague fue un desastre por falta de financiación, la hambruna en el mundo pasa a un tercer o cuarto plano, se añade Yemen al "eje del mal", la región del Sahel lo está de lleno y el reclutamiento de los que "quieren morir por Dios" se hace mas fácil de los que "quieren vivir por Dios", como ha dicho un conocido jurisconsulto musulmán.


Hoy en día, hay que reconocer que la crisis no fue generalizada. La sintieron las empresas que necesitaban de créditos bancarios para finalizar sus obras, la vivieron los obreros que perdieron su trabajo y otros que perdieron sus viviendas por no poder asumir, en esas condiciones, sus hipotecas; la sufrieron el sector turístico y los países que cuentan con remesas de sus emigrantes en el extranjero. Posiblemente muchos otros sectores que se me escapan tuvieron que padecer sus efectos, salvo un sector, silencioso e inmutable que participa en la preparación de la toma decisión política, el de los altos cargos y funcionarios, cuya nómina no ha cambiado. Alguna mala lengua diría que hasta se han beneficiado de la devaluación de propiedades y productos.

Por ello, el sistema no puede ser más que el mismo puesto que su estructura queda intacta, y por lo tanto no se puede esperar cambio alguno sin mantener la movilización de todos aquellos que reclamamos, en su momento, el cambio: el de la estructura económica y de la sensibilidad política.


Me dirijo a esas plumas que han cesado de escribir, a esas voces que han dejado de vociferar, a esos políticos que se habían dignado acordarse de los pobres y que de pronto se olvidan de las sílabas que conforman la palabra solidaridad. Me dirijo a todos aquellos que se aprestan a disfrutar la nueva era de prosperidad, haciendo votos para que Dios se apiade de los que tengan que afrontar la próxima crisis, para pedirles que rectifiquen. No se puede bajar la guardia cuando el peligro aun nos asecha. No se pueden dejar a su suerte las miles de víctimas del sistema y orar por ellos. No se puede dimitir de su deber de ciudadano sin debatir, sin tratar de convencer, máxime cuando la verdad salta a la vista y que la verdad está del lado del futuro de nuestro hijos.


Nuestra voz debe ser movimiento; nuestros votos, Poder. No importan fronteras ni deberán influir soberanías cuando los males que nos acechan han sabido cambiar la vestimenta del colonialismo "civilizador" y voraz por los atuendos de un ultra-liberalismo globalizado, férreo e inhumano que ya no necesita ni de mandatos internacionales ni de ejércitos, sino de reglas comerciales transfronterizas tan "equitativas" que tratan de superar a las que rigieron el enfrentamiento entre David y Goliath.


Aunque es preciso recordar que ciertas proezas no suelen ser fáciles de reeditar.

Rabat el 15 de enero 2010

Abdeslam Baraka