Mostrando entradas con la etiqueta crisis. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta crisis. Mostrar todas las entradas

martes, 21 de febrero de 2012

Las soluciones que parecen ser buenas para unos no siempre sirven para otros

España no es Grecia. Es nuestro vecino. Su estabilidad nos interesa y sus dificultades nos preocupan. España no es Grecia, su estructura económica es mas fuerte y creíble. Por lo tanto el peso de su deuda en la zona euro sería mucho mas incisivo. De la misma manera, su configuración político-regional es específica y peculiar, lo que implica mayores equilibrios regionales e internacionales y por supuesto, diálogo . 

Está claro que las soluciones para unos no siempre sirven para otros, aunque el sufrimiento del ser humano allá donde se encuentre y cualquiera que sea su color o sus creencias, siempre ha de estremecernos.

Abdeslam Baraka

21 de febrero 2012

domingo, 15 de enero de 2012

¡Cerrar los mercados financieros!

Cerrar los mercados financieros y dejar que los gobiernos y los actores económicos trabajen en relativa calma a medio y largo plazo, constituye la única salida posible a la crisis.

Ningún gobierno puede reaccionar al segundo como lo hacen los mercados financieros y es hora de que los culpables de la crisis y los especuladores se tomen un tiempo de reflexión.

No será ninguna catástrofe peor que la que se vive.

El dinero necesitará "trabajar" y crecer; lo hará por otros medios, en particular a través de la inversión directa o de cualquier otra manera. Incumbe a los gobiernos coger al toro por los cuernos y será el principio de un cambio de sistema. 

¡Un sistema desfalleciente no puede volver a levantarse con las mismas reglas que le llevaron al abismo!!! 

15 de Enero 2012

Abdeslam Baraka

miércoles, 30 de noviembre de 2011

¡Decir basta a los mercados internacionales!!!

Ante la perdida de control de la crisis internacional, me arriesgo a pensar que el G20 no le queda mas opción que la de suspender, por un tiempo razonable, la actividad de las bolsas de valores. 

Eso permitirá retomar el aliento, fijar nuevas reglas financieras y evitar a los pueblos la sumisión indigna y deshonroso  a las conminaciones leoninas del nuevo mercado globalizado. 

No se puede encaminar hacia soluciones posibles estando entre la espada y la pared. 

¡A situaciones excepcionales, medidas excepcionales!!!

Abdeslam Baraka

30 de Noviembre 2011

miércoles, 10 de agosto de 2011

El fracaso del modelo dominante

No es utópico pensar que la razón y la voluntad de los pueblos, puedan forzar el giro decisivo que necesita la humanidad para retomar las riendas de su destino.

Cuando el 13 de Octubre de 2008 publicaba en la tribuna del diario El País el artículo titulado “La crisis financiera vista desde Rabat”, citaba al entonces secretario del tesoro americano Henry Paulson quien al presentar su plan de rescate ante el congreso de EE.UU., confesaba: “si no se aprueba, que Dios nos ayude”. Entonces no podía imaginar todo lo que quedaba por llegar. Aunque concluía mi artículo vaticinando que dicho plan parecía a todas luces insuficiente, nunca pensé que tres años después, el Altísimo seguiría siendo solicitado, a pesar de las relucientes fotos de familia del G20 y de los numerosos anuncios de medidas de regulación y de buen gobierno.

Hace poco, el Presidente Obama advertía que si el Congreso no llegaba a un acuerdo para elevar el techo de la deuda federal, el mundo corría hacia el peligro de una “crisis global”. Pero el nuevo plan se queda corto a pesar de su aprobación, pues no evita las repercusiones previstas por falta de acuerdo y no desactiva la espiral de desconfianza de los mercados financieros.

Tres años después, la segunda gran réplica de la crisis financiera esta servida, de nuevo desde los Estados Unidos . En el intervalo, varios Estados del viejo continente entraron en quiebra, otros retomaron el uso de la porra para implementar duras medidas de austeridad y tratar de yugular el descontento popular creciente. Se inició una nueva guerra en Libia y la “Primavera Árabe” sigue prometiendo ser larga, corriendo el riesgo de quedarse fuera de temporada y hacer durar una funesta lucha fratricida.

Ante la perdura de la crisis y sus rebotes ya no hay lugar a tergiversaciones y falsas promesas. Los remedios propios al sistema no han dado resultado y los expertos en la materia no pueden dar mas de sí. Sus fórmulas de reducción del déficit, del aumento del impuesto, de recortes sociales, de reforma laboral para desbaratar y facilitar el despido, de fomento del crecimiento a través del consumo…etc., han provocado suficientes estragos y derramado muchas lágrimas.

Nadie alude al equilibrio social ni a los derechos inherentes a la condición humana con la consecuente prioridad que se merecen. Hasta el ideal democrático se ve salpicado por el sometimiento de los gobernantes a un mercado dominante, sin juicio ni reglas y no queda a los pueblos mas remedio que indignarse, cada cual a su manera.

El crecimiento a nivel de cifras y estadísticas no lo es todo, máxime cuando se trata de un crecimiento forzado por medio de la agravación del endeudamiento de las familias o a través de obras de prestigio y de oportunismo electoralista. Esa clase de crecimiento a toda costa no hace mas que inflar la burbuja que nos sumerge en un largo sueño del que solemos despertarnos repentinamente atónitos y desilusionados. De igual manera, el crecimiento no puede ser global, puesto que los pueblos no disponen del mismo nivel de desarrollo y riquezas. La actual situación de los países del sur de Europa lo ilustra perfectamente.

En espera de que los economistas se pongan de acuerdo sobre los factores determinantes de un desarrollo duradero, equilibrado y humano, pertenece a los políticos retomar la iniciativa, recobrando su autonomía de decisión, sustentada en el mandato popular y hacer uso del sentido común.

Se trata en primer lugar, para cada Estado de conocer sus posibilidades y de reconocer sus límites en el marco de la transparencia democrática responsable, priorizando la formación, la salud y el bienestar mínimo razonable de su pueblo antes que cualquier gasto superfluo.

En segundo lugar, hacer del recurso a mas democracia directa una tendencia irrevocable, cada vez que se tengan que tomar decisiones de envergadura que comprometan el futuro de los ciudadanos. Y por fin, tratar de rescatar la condición humana de la espiral consumista en la que se ha visto envuelta, no siendo exagerado tampoco hablar de liberarla de la situación de casi esclavitud y de estrés a la que la someten las luchas de competitividad y de rendimiento empresariales.

No es utópico pensar que la razón y la voluntad de los pueblos, puedan forzar el giro decisivo que necesita la humanidad para retomar las riendas de su destino. No hay razón para que no encuentre su equilibrio en nuevas sendas en armonía con su condición y con la tierra que la acoge y que la nutre.

Rabat el 10 de agosto 2011.

Abdeslam Baraka

viernes, 18 de junio de 2010

¡Europa, la última oportunidad!

Basta con fijarse en el gasto del gobierno federal de Estados Unidos, que ronda el 16% del PIB, para darse cuenta de que el limite del 1,27% del PIB fijado al presupuesto europeo no parece ser la solución para salir de su crisis económica. El gasto público estadounidense es, sin duda, lo que permite la recuperación de la economía americana y lo que sustenta el dólar conforme a la política monetaria que se le asigna. El enorme déficit del Estado de California de 42.000 millones de dólares, no parece amenazar ni la moneda ni la economía americanas.

Siguiendo las recomendaciones de los expertos, los países europeos están tomando, cada cual en su ámbito nacional, medidas de corte técnico, con las repercusiones sociales que sabemos, en el momento en que el razonamiento lógico indica que la clave reside en tomar medidas políticas y estructurales de la envergadura del federalismo y de incremento del presupuesto europeo.

Se está asistiendo a un verdadero vals, a contrarreloj, inusual y apresurado, de medidas legislativas y reglamentarias, en la casi totalidad de los países europeos, con la finalidad anunciada de atajar la crisis de la moneda única y evitar quiebras estatales. Es obvio que los recortes de salarios y pensiones, el abaratamiento del despido y el retraso de la edad de jubilación no se corresponden con el objetivo de salvar el Euro y aliviar la deuda pública. A lo más servirían para atenuar el déficit público y mejorar temporalmente la conjetura. Pero, de ninguna manera preparan una cierta inmunidad del sistema frente a la próxima crisis.

Por otra parte, tales medidas amenazan con dificultar el cobro de la deuda privada y aumentar la presión sobre el sistema bancario.

Ante este panorama, resulta sorprendente que el fondo monetario internacional apele a más competitividad de las economías europeas -altamente competitivas, por ahora, a nivel tecnológico y de calidad- sin avisar de que la única vía para hacerla aún más competitiva consiste en superar el modelo chino. Es decir, trabajar más de doce horas al día, más barato y renunciar a todas las prestaciones sociales, amén de la disponibilidad de un mercado interno de alrededor de casi un millar y medio de habitantes, del que no disponen las empresas europeas.

A todas luces, la solución no se puede encontrar en tecnicismos económicos y financieros, que recién demostraron su rotundo fracaso, sino en la recapacitación política que permita al proyecto europeo dar el salto decisivo hacia la estructura federal, que figuraba en la ambición de los fundadores. El proyecto europeo se quedó corto y, posiblemente, las ambiciones electoralistas de algunos de sus líderes lo dejaron más encogido en el acuerdo de mínimos de Lisboa.

El proyecto europeo tiene su última oportunidad. Cierto que el momento es grave y los especuladores de los mercados financieros lo hacen más difícil, pero no hay duda de que si no se avanza, se retrocede. Recobrar el liderazgo político no será fácil. Muchas prácticas innovadoras han transformado la democracia en ecuaciones matemáticas electoralistas, en manos de maquinarias políticas partidistas que se ocupan más de contar votos que de producir ideas y confianza.

El proceso de la Unión Europea no prevé ni estancamiento ni marcha atrás. O avanza o se hunde, y este último escenario no sería de buen augurio para el resto del mundo.

Abdeslam Baraka
Rabat 14 de junio 2010

viernes, 15 de enero de 2010

Mantener la movilización para el futuro


Todo indica que el 2010 empieza con buen pie a nivel económico y financiero. Las bolsas internacionales han recuperado parte de las pérdidas ocasionadas por la crisis financiera y los indicadores económicos permiten augurar una recuperación, lenta pero certera, o al menos así lo pronostican los "gurús" del sector.

Como si nada hubiese pasado, volvemos al mismo sistema, limitándonos a asistir a algunos tirones de oreja a algún que otro banquero y a alguna que otra restricción provisional, mediáticamente calculada, de los famosos bonos o jubilaciones doradas, dudosamente merecidas.


En la actualidad, la crisis financiera, iniciada por el comportamiento irresponsable de los sistemas bancario y bursátil occidentales, ha dejado paso a las dificultades políticas de los gobiernos que luchan por cerrar unos presupuestos, que carecen de recursos suficientes y que pretenden contener un malestar social latente.


En otras palabras, nos encontramos ante la inhabitual situación en que el Estado, o el poder político se ve debilitado; por haber reaccionado e intervenido en un sector de la economía dejado durante mucho tiempo a sus anchas y que amenazaba con quebrar el sistema. Ese mismo sector, hoy convaleciente pero suficientemente recuperado como para devolver "la cortesía", no parece conmoverse por las dificultades de su salvador.


No olvidemos que para salir de esta, se tuvo que recurrir a planes multimillonarios (dos mil billones de dólares) de rescate de bancos y entidades financieras e industriales, financiados por la plancha de billetes, paulatinamente asumida por el contribuyente; sin dejar de tener en cuenta, los que necesitan todavía del gran emprunt national para superar el bache.


Copenhague fue un desastre por falta de financiación, la hambruna en el mundo pasa a un tercer o cuarto plano, se añade Yemen al "eje del mal", la región del Sahel lo está de lleno y el reclutamiento de los que "quieren morir por Dios" se hace mas fácil de los que "quieren vivir por Dios", como ha dicho un conocido jurisconsulto musulmán.


Hoy en día, hay que reconocer que la crisis no fue generalizada. La sintieron las empresas que necesitaban de créditos bancarios para finalizar sus obras, la vivieron los obreros que perdieron su trabajo y otros que perdieron sus viviendas por no poder asumir, en esas condiciones, sus hipotecas; la sufrieron el sector turístico y los países que cuentan con remesas de sus emigrantes en el extranjero. Posiblemente muchos otros sectores que se me escapan tuvieron que padecer sus efectos, salvo un sector, silencioso e inmutable que participa en la preparación de la toma decisión política, el de los altos cargos y funcionarios, cuya nómina no ha cambiado. Alguna mala lengua diría que hasta se han beneficiado de la devaluación de propiedades y productos.

Por ello, el sistema no puede ser más que el mismo puesto que su estructura queda intacta, y por lo tanto no se puede esperar cambio alguno sin mantener la movilización de todos aquellos que reclamamos, en su momento, el cambio: el de la estructura económica y de la sensibilidad política.


Me dirijo a esas plumas que han cesado de escribir, a esas voces que han dejado de vociferar, a esos políticos que se habían dignado acordarse de los pobres y que de pronto se olvidan de las sílabas que conforman la palabra solidaridad. Me dirijo a todos aquellos que se aprestan a disfrutar la nueva era de prosperidad, haciendo votos para que Dios se apiade de los que tengan que afrontar la próxima crisis, para pedirles que rectifiquen. No se puede bajar la guardia cuando el peligro aun nos asecha. No se pueden dejar a su suerte las miles de víctimas del sistema y orar por ellos. No se puede dimitir de su deber de ciudadano sin debatir, sin tratar de convencer, máxime cuando la verdad salta a la vista y que la verdad está del lado del futuro de nuestro hijos.


Nuestra voz debe ser movimiento; nuestros votos, Poder. No importan fronteras ni deberán influir soberanías cuando los males que nos acechan han sabido cambiar la vestimenta del colonialismo "civilizador" y voraz por los atuendos de un ultra-liberalismo globalizado, férreo e inhumano que ya no necesita ni de mandatos internacionales ni de ejércitos, sino de reglas comerciales transfronterizas tan "equitativas" que tratan de superar a las que rigieron el enfrentamiento entre David y Goliath.


Aunque es preciso recordar que ciertas proezas no suelen ser fáciles de reeditar.

Rabat el 15 de enero 2010

Abdeslam Baraka