viernes, 15 de enero de 2010

Mantener la movilización para el futuro


Todo indica que el 2010 empieza con buen pie a nivel económico y financiero. Las bolsas internacionales han recuperado parte de las pérdidas ocasionadas por la crisis financiera y los indicadores económicos permiten augurar una recuperación, lenta pero certera, o al menos así lo pronostican los "gurús" del sector.

Como si nada hubiese pasado, volvemos al mismo sistema, limitándonos a asistir a algunos tirones de oreja a algún que otro banquero y a alguna que otra restricción provisional, mediáticamente calculada, de los famosos bonos o jubilaciones doradas, dudosamente merecidas.


En la actualidad, la crisis financiera, iniciada por el comportamiento irresponsable de los sistemas bancario y bursátil occidentales, ha dejado paso a las dificultades políticas de los gobiernos que luchan por cerrar unos presupuestos, que carecen de recursos suficientes y que pretenden contener un malestar social latente.


En otras palabras, nos encontramos ante la inhabitual situación en que el Estado, o el poder político se ve debilitado; por haber reaccionado e intervenido en un sector de la economía dejado durante mucho tiempo a sus anchas y que amenazaba con quebrar el sistema. Ese mismo sector, hoy convaleciente pero suficientemente recuperado como para devolver "la cortesía", no parece conmoverse por las dificultades de su salvador.


No olvidemos que para salir de esta, se tuvo que recurrir a planes multimillonarios (dos mil billones de dólares) de rescate de bancos y entidades financieras e industriales, financiados por la plancha de billetes, paulatinamente asumida por el contribuyente; sin dejar de tener en cuenta, los que necesitan todavía del gran emprunt national para superar el bache.


Copenhague fue un desastre por falta de financiación, la hambruna en el mundo pasa a un tercer o cuarto plano, se añade Yemen al "eje del mal", la región del Sahel lo está de lleno y el reclutamiento de los que "quieren morir por Dios" se hace mas fácil de los que "quieren vivir por Dios", como ha dicho un conocido jurisconsulto musulmán.


Hoy en día, hay que reconocer que la crisis no fue generalizada. La sintieron las empresas que necesitaban de créditos bancarios para finalizar sus obras, la vivieron los obreros que perdieron su trabajo y otros que perdieron sus viviendas por no poder asumir, en esas condiciones, sus hipotecas; la sufrieron el sector turístico y los países que cuentan con remesas de sus emigrantes en el extranjero. Posiblemente muchos otros sectores que se me escapan tuvieron que padecer sus efectos, salvo un sector, silencioso e inmutable que participa en la preparación de la toma decisión política, el de los altos cargos y funcionarios, cuya nómina no ha cambiado. Alguna mala lengua diría que hasta se han beneficiado de la devaluación de propiedades y productos.

Por ello, el sistema no puede ser más que el mismo puesto que su estructura queda intacta, y por lo tanto no se puede esperar cambio alguno sin mantener la movilización de todos aquellos que reclamamos, en su momento, el cambio: el de la estructura económica y de la sensibilidad política.


Me dirijo a esas plumas que han cesado de escribir, a esas voces que han dejado de vociferar, a esos políticos que se habían dignado acordarse de los pobres y que de pronto se olvidan de las sílabas que conforman la palabra solidaridad. Me dirijo a todos aquellos que se aprestan a disfrutar la nueva era de prosperidad, haciendo votos para que Dios se apiade de los que tengan que afrontar la próxima crisis, para pedirles que rectifiquen. No se puede bajar la guardia cuando el peligro aun nos asecha. No se pueden dejar a su suerte las miles de víctimas del sistema y orar por ellos. No se puede dimitir de su deber de ciudadano sin debatir, sin tratar de convencer, máxime cuando la verdad salta a la vista y que la verdad está del lado del futuro de nuestro hijos.


Nuestra voz debe ser movimiento; nuestros votos, Poder. No importan fronteras ni deberán influir soberanías cuando los males que nos acechan han sabido cambiar la vestimenta del colonialismo "civilizador" y voraz por los atuendos de un ultra-liberalismo globalizado, férreo e inhumano que ya no necesita ni de mandatos internacionales ni de ejércitos, sino de reglas comerciales transfronterizas tan "equitativas" que tratan de superar a las que rigieron el enfrentamiento entre David y Goliath.


Aunque es preciso recordar que ciertas proezas no suelen ser fáciles de reeditar.

Rabat el 15 de enero 2010

Abdeslam Baraka

miércoles, 13 de enero de 2010

Mi tierra es Africa

África es mi tierra
Y me siento africano.
No tengo porque ser negro
Ni bailar al son de grandes tambores,
Para sentir en lo mas profundo de mi alma
El cálido soplo de sus vientos,
Sus perfumes y tantos suaves sabores.

África no es negra
A pesar de los pesares.
Es tierra madre con sus dignos seres y vegetales,
Que ni llora ni se estremece,
Ante quien olvida que el color blanco
Es uno de entre sus mil colores
Que surgen de las cenizas de sus volcanes

África es mi tierra
Y en ella aprendí
Que la palabra hermano
Es más que un saludo vano.
Es amor de un ser humano
Con quien, por la gracia de Dios,
Habrás de cruzar caminos llanos.

África me llama...
Su voz es tierna, su tono materno.
África me llama
Y yo le respondo,
los versos de los que dispongo,
Que ¡África es mi tierra
Y que me siento africano!

Abdeslam Baraka
Madrid 13 de enero 2010

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Los apasionados de protagonismo





El caso Aminatou Haidar, quien se puso en situación de apátrida voluntaria, es realmente peculiar. Por un lado pide volver a su tierra (Nacida en Akka-Marruecos en 1967), manteniendo su rechazo a su nacionalidad de origen y confundiendo apego a sus raíces e identificación con una localidad de residencia (Layoun, Marruecos) o, tal vez, alguna que otra residencia en algún lugar de España. Por otro lado, reclama un pasaporte marroquí, que pretende haberle sido retirado, sin dignarse acercarse, como cualquier ciudadano, a una oficina consular para reivindicar su "derecho".

¿Y que es lo que pretende, entonces?

A priori, la "Ghandi del Sahara" como se complacen en llamarla algunos medios sensacionalistas (Triste referencia a Mohandas Karamchand Gandhi que tanta sabia filosofía expandió por el mundo), aspira doblegar, a través de una cierta huelga de hambre, la voluntad de todo un pueblo, su soberanía y su dignidad. En otras palabras, espera que se le acoja en un Estado soberano que renegaría implícitamente y momentáneamente serlo, por el mero hecho de serle agradable o por imaginarse (la reclamante) que su tierra pueda encorvarse ante cualquier presión ajena. Eso, sin hablar de la soberbia, descaro y desdén con los que trata a las autoridades del país que la acoge actualmente.

¿Y que decir de los apasionados de protagonismo que se complacen en aparecer en los medios junto a la huelguista o mandarle cartas de apoyo y solidaridad? ¿No estarán contribuyendo a un pecado o delito de suicidio, incitando a una falta de civismo y a la locura? ¿Cual de los sentimientos les anima?¿La profunda convicción de apoyar el separatismo allá donde se manifieste, o solo cuando, con ello, se cree molestar al vecino?¿O tal vez se mezcle en toda esta euforia, alguna voluntad de revancha tardía con el riesgo de fomentar sentimientos similares en su propia tierra? Podría ser un buen caso de experimento científico, analizar el "cocktail" de reliquias de ideologías que no cesan de enfrentarse a lo largo del día y que no sienten vergüenza en apiñarse para perjudicar a un Pueblo vecino.

¡Vaya causa democrática la que se pretende defender! La de un partido único y totalitario, el del polisario; un régimen sin Estado ni tierra, satélite de nuestro vecino Argelia, que impide al Alto Comisionado de Naciones Unidas acceder a los campos de refugiados para establecer el censo oficial y escuchar las dolencias de los interesados y su afán de regresar a su país!¡Vaya espíritu de solidaridad de ciertas plataformas que han estado dando pábulo a una causa inhumana y manipulada que ha obligado a miles de refugiados forzosos a permanecer en un rudo desierto y vivir un cruel destino, separados de sus familias durante mas de treinta años!

¡Que ingenuidad, la de creer en una lucha pacífica y de derechos humanos, cuando los pastores militantes están apoyados, por una parte, por tanques, cañones y misiles de fabricación de la ex Unión Soviética, dispuestos a amenazar en cualquier momento la estabilidad regional y, por otra parte, por la logística de gobiernos como el de Argelia, Cuba o Venezuela!

Me duele tener que enfrentarme a mis hermanos aunque estén bajo la influencia de fuerzas perniciosas y estoy seguro de que la respetable familia de Aminatou Haidar estará resentida por la situación creada por un ego desmesurado de la interesada. Siempre he pensado que terminaremos reunidos como lo fuimos siempre y movilizados juntos alrededor de nuestro Trono, en pro de la democracia y el desarrollo de nuestro país, en perfecta convivencia con nuestros vecinos.

Cuanto anhelo ese momento, ya no muy lejano, en el que unos cuantos individuos extravagantes se morderán la lengua por haber metido la nariz en donde no debían, y haber inducido una persona a un suicidio que no tiene sustento ni humana ni religiosamente.

Abdeslam Baraka


domingo, 22 de noviembre de 2009

El Jardìn loco

Cuando el otoño se hace primavera,
Que las mariposas surgen a mi vera,
Que mis flores brotan de nuevo,
Como de un buen cuadro de óleo;

Cuando el vil croar de las ranas,
Se hace eco de malas nuevas,
En vez de ser grito de amorío,
Y presagio de buen augurio;

Algo me estará nublando la vista,
Que falta el oído del artista,
O es que realmente algo turbio,
Emprende algún designio sucio.

¿Caprichosa serías naturaleza?
O mas bien ya sin tu fortaleza
Confundes agua con río,
El calor y tiempo frío.

¿Quien cambió tu entereza,
Y esa lealtad amorosa
Que tenías con el tiempo
Al compás de tu fiel tempo?

Dime ya lo que pasa
Oh, pobre criatura rasa,
Que ya no pasa otoño
Sin que inviertas el año.

Por ti daría la cara,
Por mis hijos sería espada,
Y que paguen moscas y mosquitos
Al son de flautas y vivos pitos.

Por el daño que se te nota,
Por esa balanza rota,
Algunos pocos malos ricos
Sufrirán sus males a gritos.

Porque a nadie se le perdona
No tener amor ni pena.
Vayamos pues juntos al grano
Que sabemos quien de fulano y zutano.

La Madre Naturaleza nos llama
A preservar su eterna belleza,
Antes de que su voz se haga mas débil,
Y que la llama desaparezca de su candil.

Abdeslam Baraka
Rabat 22 de Noviembre 2009

viernes, 6 de noviembre de 2009

¿Que futuro para el Mundo Arabe?

Los países que se ha dado en llamar “el mundo árabe” han heredado de la época colonial unas estructuras administrativas que persisten a través de una metodología de trabajo que, por su resistencia intrínseca a adaptarse a la modernidad, constituyen un verdadero freno al desarrollo. 

Al margen del Foro para el futuro, organizado en Marrakech, es útil recordar los tres factores fundamentales que entorpecen un verdadero desarrollo del Mundo Árabe y que conviene tener presentes en cualquier aproximación al futuro regional. 

Del mismo modo, la impronta cultural occidental, durante los largos años de ocupación, ha engendrado una dualidad social e intelectual que mantiene una seria dicotomía entre modernistas y tradicionalistas que no ha terminado de revelar plenamente todos sus efectos. 

Y en tercer lugar, cabe señalar el paternalismo y los lazos de dependencia mantenidos por las antiguas potencias coloniales, que resultan incompatibles con la visión que queremos tener de un mundo justo para el siglo XXI y de una sociedad libre y responsable. 

Hay que reconocer que incumbe a los Estados del mundo árabe, cada uno en su ámbito nacional, resolver esta ecuación, apoyándose en el enorme potencial material y humano del que disponen. Y contando con una nueva actitud ante sus pueblos y ante la humanidad, poner en marcha la dinámica necesaria para que los Pueblos del Mediterráneo forjen una nueva relación basada en el respeto mutuo y su proyección hacia el futuro. 

Por otra parte, corresponde a los países del norte levantar la actitud de desconfianza y sospecha que mantienen hacia el Sur y acaten definitivamente el profundo apego de unos y otros a sus creencias y tradiciones. 

Es cierto que el punto de convergencia deberá situarse en los valores humanos y democráticos, universalmente reconocidos. Esa plataforma de mínimos constituye el único camino para gozar definitivamente de la previsibilidad y de la estabilidad necesarias al desarrollo. 

Sin estos principios elementales, no se puede plantear la idea del desarrollo duradero en un mundo globalizado que, hasta ahora, solo supo cambiar la crispación política e ideológica de la guerra fría por un enfrentamiento religioso y comunitario. 

Hablar de modelos de desarrollo resulta hoy en día poco creíble. Y sin duda hay que alegrarse del fin de la era de las ideologías dominantes, lo que deja suponer que el ciudadano ha dejado de ser un vasallo de un semejante “iluminado”, que le dicte y le imponga sus elucubraciones y un estilo de vida. 

Es importante que el Estado, en el Mundo Árabe, se mantenga en los limites de su concepto jurídico y que no se erija ni en competidor ni en observador. Pero el Estado no puede eximirse de lo esencial del servicio público y social, por muy liberal que sea y por muchos bienes y competencias que pudiera ceder a la iniciativa privada. Su personalidad moral no permite desvincularlo del conjunto de la población que lo conforma, por lo que la responsabilidad de los servicios concedidos o abandonados por él, deberán permanecer vinculados a su misión pública y a lo que debe ser su esencia democrática.

En el medio plazo, y sin pretender mirar en una bola de cristal, podemos constatar que en el momento en que Occidente se prepara para salir de la crisis, están dando los últimos retoques al Estado de bienestar de las próximas décadas, en el marco del G20. El “mundo árabe”, en cambio, deberá consagrar esas mismas décadas a hacer su examen de conciencia y resolver el problema de la identidad perdida que le afecta, desencadenando la evolución del propio concepto que lo sustenta, lejos de cualquier deriva étnica o racial y apostando por una formación adecuada, personalizada y generalizada de su juventud. 

No será la regla de las mayorías quien logre este objetivo, ni el dictamen emitido por las cúpulas del poder sino las reglas de la concertación y el consenso, que constituyen los únicos elementos aptos para garantizar la adhesión de todos y la continuidad y permanencia de las reformas necesarias. 

En espera de ello, el principal papel de los Estados consistirá en gestionar esta transición como buen padre de familia, con pragmatismo y mesura y facilitar el acceso al conocimiento. 

A veces me pregunto si, en verdad, nos complacemos en mantener una ceguera de la que no padecemos. 

Abdeslam Baraka 

6 de Noviembre 2009