Mostrando entradas con la etiqueta FMI. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta FMI. Mostrar todas las entradas

viernes, 21 de enero de 2011

Analogías tunecinas

Las voces tunecinas libres no desentonan con el clamor internacional en contra de la deriva neo-liberal, que se apoya en una globalización mercantilista injusta. No se trata pues de elucubrar sobre la teoría de los dominós en el mundo Árabe, porque nos encontramos ante algo mas profundo, complejo y global.


Más allá de la naturaleza del régimen derrocado en Túnez, que corresponde a la sociedad tunecina juzgar con conocimiento de causa, la cuestión que queda en tela de juicio es la de un cierto sistema neo-liberal basado en el mercantilismo y el clientelismo. Un sistema, que no es realmente liberal, y que es capaz de exhibir porcentajes de desarrollo humano y de rendimiento económico, que pueden seducir y confundir al mas riguroso de los expertos de las instituciones financieras internacionales.

Desde hace décadas, la República tunecina, figura en el Top ten de los indicadores de desarrollo humano del PNUD, en el ámbito del mundo Árabe. El promedio de su tasa de crecimiento se sitúa entre un 3 y 4%  y el éxito del sector turístico y de educación es incuestionable.

Es obvio que la falta de libertades, de respeto a la dignidad humana y de opciones democráticas no figuran entre los criterios de aquellos que acostumbran a repartir notas de buena conducta, a lo largo y ancho de la geografía,. La última curiosidad de este género la que acaba de protagonizar la agencia Moody's que, en un tiempo record, decidió rebajar la nota soberana de Túnez, con ocasión del proceso político en curso. En espera de las "sentencias" de Standards and Poor's, Fitch y otros, todo indica que estos "pitonisos" de las finanzas, saben más de castigos a las aspiraciones populares que de prevención de las crisis económicas y financieras. 

Resulta sorprendente que se note mejor cuando prospera un sistema económico basado en el monopolio de los negocios, corrupción y sombrías licitaciones; un sistema en el que el businessman se hace señorito y más rico, con tendencia a la ostentación y gala de poderío y en el que el marginado se ve condenado a seguir siendo pobre y excluido. 

Pero lo mas dramático se da cuando los gobiernos ansiosos de notaciones externas, siguen publicando estadísticas y esquemas, convencidos de estar alcanzando sus objetivos de crecimiento y lucha contra la pobreza, en el momento en que la cruda realidad de los pueblos demuestra todo lo contrario. 

El sistema tunecino fue un fiel seguidor de los estándares occidentales a nivel de gobernanza económica que, sin duda, ha sido en beneficio de las dos partes. Pero a diferencia de los países del sur, en el caso de Europa, por ejemplo, se garantizaba a los pueblos, al menos hasta ahora, una cobertura social suficiente que, en general, los ponía a salvo de la precariedad y de la exclusión.

Pero era sin contar con los efectos de la crisis financiera y de la intervención del Fondo monetario internacional que, a pesar de la ineficacia de sus pociones, probada en no pocos países del tercer mundo, sigue empeñado en recetar las mismas fórmulas de menos Estado, de equilibrio presupuestario a toda costa y de recortes sociales; en este caso a los países del norte de Mediterráneo.

Llama la atención el hecho de que la política económica de EE.UU no se inscriba en esta orientación. Al contrario, la administración Obama, refuerza su sistema de cobertura social sanitaria, abarata los créditos e incrementa la inversión pública en vistas a crear empleo. El resultado es que los americanos están recobrando paulatinamente su vitalidad y estado de bienestar, cuando los países europeos siguen bajo las turbulencias del Euro y de las "reformas sociales", a pesar del buen resultado germano.

Es hora para los gurús de las finanzas de recordar que no se puede poner en ecuación matemática a un ser tan sensible y peculiar como el ser humano. En ese sentido la situación geográfica no constituye un argumento serio, pero sí lo es el sentimiento de dignidad y de justicia.

Por todo ello, las voces tunecinas libres no desentonan con el clamor internacional en contra de la deriva neo-liberal, que se apoya en una globalización mercantilista injusta. No se trata pues de elucubrar sobre la teoría de los dominós en el mundo Árabe, porque nos encontramos ante algo mas profundo, complejo y global. Más bien se trataría de la gestación de un nuevo orden mundial justo y humano, que podría haber empezado a la orilla del Mediterráneo.

Que Dios proteja al Pueblo tunecino hermano y que guíe sus pasos.

Abdeslam Baraka

Rabat 21 de enero 2011

lunes, 13 de octubre de 2008

La crisis financiera vista desde Rabat

Al igual que el resto de la gente, trato de comprender lo que está pasando y lo que queda por venir. Las únicas certezas que se vislumbran en toda esta confusión es que la crisis financiera y económica no tendrá los mismos efectos sobre ricos y pobres y que las reglas del juego las dictan y las cambian a su antojo los poderosos.

Hace al menos dos décadas que el FMI y el Banco Mundial van impartiendo clases y dictando reglas de conducta a los países del Tercer Mundo para que saneen sus economías y estructuren sus finanzas. Vimos cómo se les exigía deshacerse de las empresas estatales rentables en el marco del famoso proceso de privatización. Y, para apreciar mejor el manjar, llegaron también las conminaciones sobre comercio internacional, con la abolición de fronteras para los productos manufacturados y los capitales extranjeros, y la armonización de las legislaciones laborales y de inversión en base a las pautas de los países ricos.

Es necesario recordar la convulsión que, para las poblaciones de esos países, supone soportar las famosas reformas estructurales que apuntaban a menos Estado y mayor "competitividad". Muchos gobiernos se tambalearon y otros fueron arrasados por la ira de manifestantes desesperados, aunque el nuevo sistema siguió su camino, imperturbable, decidido a dejar en la vereda a los débiles.

Para colmo, se cerraron las fronteras de los paraísos occidentales a los productos agrícolas de los países pobres y se empezó a criminalizar la inmigración de las víctimas del sistema.

Lo que no se podía imaginar es que cuando los Estados del Tercer Mundo empezaban a tapar las brechas y a curar las heridas sociales, habiendo asumido que los Estados no deben interferir en la economía ni asistir a las empresas y personas, se hayan visto sorprendidos por los remedios recetados por los poderosos para atajar la crisis actual.

Sin pretender ser exhaustivo, las medidas que deberán asumir ahora los políticos y los gobiernos se resumen en volver a las nacionalizaciones, utilizar la plancha de billetes, recurrir al producto de los impuestos para verterlos en las cajas sin fondo de las instituciones financieras, otorgar la garantía del Estado a los depósitos bancarios y, por si ello no fuera suficiente, optar por el endeudamiento exterior y el déficit presupuestario para implicar mejor a las futuras generaciones en asumir nuestras torpezas. Todo un escándalo.

Hay que imaginarse la amargura con la que se percibe este proceso desde Rabat, Brasilia o Yakarta. En un pasado muy reciente, cuando con medidas similares podían pretender relanzar sus economías y recortar distancias, se les encendía el semáforo rojo; ahora, cuando empezaban a lidiar con el mercado internacional y a sentirse aguerridos, se cambian las reglas de juego y se les deja indefensos. Por ejemplo, cuando el banco central de Marruecos sube los tipos de interés en medio punto para yugular la inflación, Trichet, que no ha cesado de defender la misma política, sucumbe al pánico y, junto con los principales bancos centrales del mundo, baja los tipos de medio punto.

Definitivamente, los países emergentes y en desarrollo deben prepararse para padecer su propia crisis.

Una de las principales consecuencias de la hecatombe financiera actual es la desecación del crédito. Sea a nivel de individuos o de Estados, el efecto se anuncia devastador. La sangre dejará de fluir en el cuerpo de la economía y el paro cardiaco será inevitable. En todo caso, las secuelas sobre las funciones del cerebro estarán servidas. Ahora bien, el que no tenga necesidad de recurrir al crédito, por tener medios para aguantar la racha, podrá esperar mejores tiempos y hasta beneficiarse. En otros términos, es el momento para los ricos de hacerse más ricos y el momento para los pobres de asumir plenamente su condición y dejar de fingir, como llevaban haciendo algunos recurriendo a los créditos al consumo y a las hipotecas.

Países como Marruecos, cuyo sistema financiero no está contaminado, tendrán que afrontar pronto la escasez de inversión exterior, la desaceleración del flujo turístico y la disminución de la actividad exportadora en general. Se trata de miles de trabajadores en situación de riesgo. Pero la cobertura social no es la misma que en los países desarrollados y tampoco lo es la capacidad intrínseca de autofinanciarse durante un largo periodo de tiempo. Lo que había que privatizar ya se ha privatizado; lo que había que conceder al sector privado a nivel de servicios públicos ya se ha concedido, y, consecuentemente, las posibilidades extraordinarias de financiación se agotan. Marruecos deberá optar, pues, por sus propias soluciones y apoyarse en su mercado interno.

Y me pregunto, ¿qué latitud tendría un país emergente en tomar medidas de protección e imaginar soluciones propias sin levantar protestas institucionales, ya que las reglas de la globalización siguen vigentes, al menos en teoría? Las propias palabras de Paulson, secretario del Tesoro, pronunciadas en el Congreso de EE UU al presentar su plan de rescate, inducen a temor. Decía: "Si no se aprueba, que Dios nos ayude". Ahora que está aprobado, parece insuficiente a todas luces. Así, digo yo, que Dios nos coja confesados.

Abdeslam Baraka

13 de octubre 2008