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jueves, 29 de enero de 2015

El sacrificio por la verdad

Me enseñaste tanto y lo agradezco
Como Padre, Madre, Maestro y Maestra,
Y me diste las primeras clases de la vida
Con valores de respeto, tolerancia y libertad.
Me ayudaste a forjar la personalidad
Propia y sincera, íntegra y honrada, que anhelo.

Tus enseñanzas las asumo
Las practico y comparto.
Pero a menudo me encuentro solo
Enganchado a principios de antaño
Que poca gente parece ejercer
Ni en su juventud ni en su vejez

¡Ahora, si puedes, dime que hacer!
¿Donde podría encontrar solidaridad,
amor ajeno al ser necesitado,
la mera lágrima frente a gente lastimada,
herida,  errantes y desterrados,
a la víctimas de salvajes e injustos?

Aprendí que no importaban las diferencias de creencias
Aprendí que Dios es compasivo y misericordioso
Que no hay diferencia entre razas y géneros
Que el ser humano, como toda creación divina,
Tan ínfimo que sea ante la majestuosidad del universo,
Merece atención debida, amor y concordia.


Lo que me enseñaste me sigue sirviendo, 
para reprobar, rechazar y condenar
Aunque me hace sufrir pensando en todo aquello
Me hace sentir inútil, débil y decaído
Pero no me ayuda a cambiar la realidad
Ni me conduce al sacrificio por la verdad.

Abdeslam Baraka

29 Enero 2015

domingo, 27 de febrero de 2011

Para que el vacío no sea arrebatado por la contingencia de la aventura.


¿Habría un antídoto para evitar que la humanidad siga masacrándose y que decida vivir en paz y verdadera justicia por lo que le quedaría de existencia?

¿Porque el pueblo llano presentía la llegada de los pésimos momentos presentes y que los expertos, a los que está de moda confiar las opciones decisivas, optaron por seguir ciegos y hacer oídos sordos?

¿Será que la humanidad no cambia de naturaleza y que sigue siendo tan hipócrita y oportunista consigo misma, hasta el punto de engañarse?

¿Podría una cierta cultura, la de la solidaridad entre los pueblos, la del compromiso con la justicia y la de la defensa de la libertad, evitar a nuestros hijos seguir derramando su sangre, sin justificación vital alguna?

Alguien deberá indicar un camino, el verdadero, en el que la humanidad aprendería de sus errores y que acierte en sustituir la mera glotonería de la preponderancia y el exceso, por el cúmulo de las enseñanzas de la vida y de la historia.

Pero alguien deberá indicar ese camino, para que el vacío no sea arrebatado por la contingencia de la aventura. Alguien o simplemente algo, que consistiría en el razonado sentido común, debería lograrlo.

¡Por algo disponemos de inteligencia humana y de discernimiento!

Abdeslam Baraka


Rabat el 27 de febrero 2011

viernes, 5 de noviembre de 2010

Tiempos de frustración e inconsciencia


En nuestros días aprendemos a consumir noticias que hablan de billones de euros dedicados a rescates de empresas millonarias, a financiar gastos militares o simplemente a mantener un tren de vida y de exigencias de estados cuyo apetito parece insaciable. Asistimos asombrados a la degradación del poder adquisitivo de miles de millones de personas, a sus dificultades para recibir cuidados dignos de salud y a sus esfuerzos para mantener su vivienda. Algo que cada día resulta más difícil ante la voracidad de desahucios bancarios.

Nuestra generación se siente decepcionada. Aprendimos y transmitimos en nuestro entorno político y social los valores de Libertad, Democracia e Igualdad. Muchos lucharon por esos principios, otros sólo pudieron apoyar la causa o consentir pero todos pretendían acceder a una vida mejor. En Occidente se comenzó a poner en marcha el Estado de bienestar hasta que las crisis y egoísmos irracionales lo han ido convirtiendo en una especie de Estado de espejismo. En el resto del mundo, pocos son los países que pueden jactarse de haber dado los primeros pasos en ese sentido y muchas son las luchas y militancias que terminaron en cementerios y en cárceles, o simplemente en cansancio y rendición.

Se tiene la impresión de que el sufrimiento fue en vano. Que las entusiastas marchas populares se limitaron a quedar plasmadas en carretes de blanco y negro, mientras los esperanzados discursos políticos del pasado se han perdido en archivos y hemerotecas.

El discurso político, si todavía existe, ha perdido su capacidad de movilización y de persuasión. Se hace cada vez más aritmético, más contable y se confunde en cifras y porcentajes que ahogan cualquier aspiración y voluntad de mejorar la condición de los ciudadanos. No debe ser fácil para los políticos que se respetan, emprender, en la actualidad, una campaña electoral o dirigirse a su electorado en un meeting partidista. Sí han aprendido a manejar de manera brillante los presupuestos, recurrir al lenguaje de déficit y rentabilidad. Se descalifican unos a otros y, en la confusión dominante, es obvio que han dejado de fijarse en la vida cotidiana y de acogerse a su verdadera misión de abrir horizontes y proponer alternativas ilusionantes.

No es bueno que gobiernos y oposición se transformen en gestores de segunda y que las verdaderas políticas sean impuestas por empresas e instituciones transnacionales que se ocupan de sus propios intereses. No importa que el peso de ciertas empresas supere el producto nacional bruto de muchos estados, no hay razón  suficiente para que el poder público falte a sus obligaciones nacionales. ¿No sería más útil que nuestros gobernantes rechazaran ciertas imposiciones externas en contradicción con el bien de la comunidad y utilizaran sus mayorías parlamentarias y su prestigio social para llevar a cabo políticas justas y solidarias? Los pueblos saben comprender cuando se les habla con autenticidad y rigor, pues ellos son quienes padecen las consecuencias.

Esta confusión en las responsabilidades de cada uno se ha extendido a los ciudadanos  que, apoyándose en su condición de contribuyentes, tienden a exigir mucho porque les resulta imposible distinguir sus prioridades y ordenar sus reivindicaciones. Se comprende que resulte difícil para un agricultor tener que esperar una buena cosecha para acudir a cuidados sanitarios o que un obrero tenga que escoger entre sus hijos cual podrá llevar al médico cuando todos están enfermos. Es inhumano que haya personas sin techo o en prolongada situación de desempleo y que no puedan vivir con dignidad y ofrecer a sus familias las necesarias oportunidades. 

En tales condiciones es comprensible que se instalen la desconfianza y el miedo, la desesperanza y el derrotismo ante cualquier posibilidad de recuperar su dignidad personal y profesional. De ahí la tendencia de optar por el interés personal antes que por el general. Es sin duda una situación crítica y casi de supervivencia para gran parte de la ciudadanía.

A estas alturas, no se puede creer que nadie se percatara y corrigiera las excesivas e injustas derivas del modelo de desarrollo económico ultra-liberal, tan infiltrado en el sistema socio-político que llegaron a presentárnoslo como la única alternativa viable.

Abdeslam Baraka
Rabat el 2 de noviembre 2010

CCS