Elecciones americanas:
Obama o Mcain, esa no es la cuestión
Desde la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión soviética, Estados Unidos, se erigió de manera casi natural en única e ineludible referencia en política internacional.
Con el mayor potencial militar y financiero del mundo y las credenciales de libertadores frente al nazismo y vencedores del comunismo, EE.UU. se sentía con la responsabilidad histórica de ponerse al mando de la globalización para afianzar su liderazgo internacional.
Nadie sospechaba en ese momento, ni siquiera la administración americana, en qué consistía realmente dicha globalización ni cual podía ser su alcance. Cuando George Bush padre pronunciaba en 1991 su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso anunciando “Un nuevo orden mundial, donde diversas naciones se unen por una causa común para lograr las aspiraciones universales de la humanidad: paz y seguridad, libertad y el gobierno de la ley”, posiblemente no pensaba mas allá de la intervención militar en la primera guerra del Golfo y de la resolución de los conflictos en base a los loables principios mencionados.
En el transcurso de los últimos quince años, hemos visto cómo se desarrollaba una cierta globalización en variedad de campos, incluso en lo delictivo, pero no pudimos conjeturar aún el anhelado “nuevo orden mundial”. Más bien asistimos al debilitamiento de la Organización de las Naciones Unidas, a una cierta crispación de las relaciones internacionales como consecuencia de un “unilateralismo” voraz y al crecimiento de la inseguridad internacional.
En todo este proceso, la imagen de EE.UU. ha sufrido un serio desgaste y al día de hoy su economía está al borde de la recesión. ¿Tendrá pues, la administración americana los medios para mantener su presencia en el mundo y resolver los conflictos en curso?¿O habremos de asistir a un nuevo aislacionismo o repliegue dictado por la escasez de recursos financieros y a la consecuente y peligrosa ausencia de liderazgo internacional?
Objetivamente, a nadie le convendría tal varapalo; máxime cuando se está muy lejos de un verdadero nuevo orden mundial capaz de aportar soluciones a los nuevos retos de la humanidad y lograr una gobernanza justa y estable de la comunidad internacional.
La paradoja está en que la elección está en manos de los propios americanos, sea cual sea el resultado de los comicios presidenciales. Se trata ante todo de fortalecer la credibilidad de una organización de Naciones Unidas renovada, sea a nivel de la resolución del veterano conflicto palestino-israelí y del resto de contenciosos pendientes o en la lucha contra el hambre y las desigualdades en el Mundo. Se trata de unir fuerzas para poner término a la sangría que supone para el tercer mundo la ola incontrolable de la emigración, y volver a tomar la relación norte-sur en el sentido del trato justo. Se trata de fomentar realmente la democracia y libertades en el mundo, respetando creencias y voluntades colectivas mas allá de los simples intereses coyunturales. Se trata, en fin, de liderar un proyecto serio a la altura de la inteligencia y de la dignidad humanas.
Comprendo que para ciertas mentes estos objetivos puedan parecer meros deseos piadosos, pero eso seria sin tomar en consideración los últimos acontecimientos y el fuerte impacto de la comunicación que les acompaña, en la opinión pública internacional.
La formidable movilización de los gobiernos para atajar la crisis financiera ha tenido al menos el mérito de demostrar que cuando algo se quiere con firmeza, se puede. Y de aquí en adelante se hará difícil para los políticos justificar su inercia frente a tantas tragedias que vive la humanidad o su complacencia ante la desmesura y la opulencia insultante de un puñado de favorecidos insolidarios.
El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha tenido la lucidez, en su calidad de Presidente de turno de la Unión Europea y de un país influyente en la escena internacional, de llamar a cerrar filas y a reaccionar ante lo que se avecina. Pero cuando habla de reconstruir “el capitalismo del futuro” o que el presidente George Bush insiste en preservar “los fundamentos del capitalismo democrático”, no parecen responder al verdadero reto planteado por la crisis que, sin duda, sobrepasa el enfoque técnico de la reforma del ordenamiento financiero mundial y apunta más bien hacia una cuestión de índole política que reside en la confianza. En cualquier caso, el contexto actual no soportaría nuevas dudas ni vacilaciones ante el futuro próximo.
Cuando se pretende apagar el fuego, más vale dejar que las cenizas se enfríen antes de removerlas.
Abdeslam Baraka
Rabat el 20 de Octubre de 2008
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