sábado, 14 de febrero de 2009

La sociedad de consumo no es una fatalidad

La crisis que vivimos, empezó por ser una crisis financiera para transformarse en crisis económica con la consecuencia social que cada uno de nosotros siente al menos en su entorno.

La apatía de principio no tardó en transformarse en alarma antes de engendrar una verdadera confusión. Después de dudar, de vacilar y de recapacitar, los gobiernos convencidos del liberalismo y de la perspicacia de la ley del mercado, terminaron por optar por lo inconcebible a su juicio, o sea intervenir en el propio mercado con medidas gubernamentales y medios públicos, al haber comprobado que las inyecciones de liquidez y las medidas extremas de los bancos centrales no daban abasto al pánico que se instalaba.

Sea a través de alentar el consumo, reduciendo los impuestos y otras cargas o a través del incremento de la inversión pública cuyo ejemplo mas ilustrativo es el “Recovery and Reinvestment Act” adoptado recientemente por el congreso de EE.UU. bajo el impulso del flamante Presidente Barack Obama, las medidas adoptadas abonan en el sentido de sostener el propio sistema, notoriamente culpable de la temible deriva.

¿Será suficiente la inyección de 787.000 millones de dólares para reactivar el mercado americano e insuflar la confianza en la economía mundial? Ciertamente no. Otras medidas de gobernanza, principalmente de orden político y legislativo deberán intervenir para recobrar la confianza del ciudadano que en fin de cuentas aparece como el verdadero inversor por medio de sus ahorros logrados al sudor de su trabajo y del riesgo consentido en sus iniciativas.

Lo único cierto, es que la crisis permitió a los políticos recobrar protagonismo, eso sí, a través de los recursos de los contribuyentes y no siempre con acierto.

Algunos preconizaron, la refundación del capitalismo; otros tuvieron la tentación de recurrir al proteccionismo y negar las ventajas cuan elogiadas de la globalización. Ni los unos ni los otros responden realmente a la preocupaciones de los pueblos que reclaman estabilidad, bienestar y visibilidad.

En realidad, el ciudadano del mundo se ha visto envuelto en una sociedad de consumo, que ni ha reivindicado ni ha deseado y que no ha tenido mas remedio que padecer.

Para recortar distancias, creo humildemente que lo que está en tela de juicio es la deriva hacia una sociedad de consumo que se empeñó en forzar la ley de la oferta y la demanda real, en el sentido de alentar un consumo innecesario y superfluo.

Ante la ofensiva comercial impulsada por el provecho excesivo de las empresas, apoyada por un crédito bancario que por lo menos podríamos tachar de laxismo, “el ciudadano”, o “consumidor”, no tuvo mas remedio que endeudarse permitiendo al sistema seguir creciendo hasta llegar a amenazar la estabilidad mundial.

¿Por cuanto tiempo seguirán los gobiernos apoyando los productores de automóviles bajo el pretexto de mantener el empleo y con la esperanza, sea dicho de paso, de asegurarse el “voto”. Y que se deberá hacer con el sector informático, el inmobiliario y el resto de sectores que bajo el impulso de la competencia y del lucro excesivo llevaron su producción mas halla de la demanda real.

Hay que recordar que este modelo nos llevó mucho antes de la actual crisis a destruir cantidad de oficios seculares y a maltraer el medio ambiente con lo que conlleva como destrucción definitiva de unos recursos naturales limitados.

Solo una temible inconsciencia puede disimular el tremendo error en que nos enmarañamos.

Ciertamente, es hora de actuar como se está haciendo. Aunque el hecho de recapacitar a medio plazo será aún mas saludable. Habrá, que evaluar el comportamiento del sector privado en los sectores privatizados en los últimos años, habrá que redefinir la misión del sector bancario, lamentablemente mercantilista en la actualidad, reincorporándolo en su papel de depositario, como buen padre de familia, de los ahorros de los ciudadanos. Y habrá, por fin, que recuperar la función del Estado como garante de la estabilidad, no solo política sino económica y social de la comunidad.

El Estado democrático reclama que se debata, en su momento, de estas cuestiones y que se permita a los ciudadanos decidir sobre su futuro. Cualquier otra tendencia como la que “sabiamente” preconiza una gobernanza financiera mundial u otras tantas expertas fórmulas no hará mas que empeorar la dolencia y hacer mas difícil el despertar de nuestros hijos.

Quizás, en el fondo, seamos responsables de no haber advertido la deriva de la economía de mercado a una inadmisible sociedad de mercado ignorando la solidaria dimensión del ser humano.

Madrid a 14 de febrero del 2009

Abdeslam Baraka

lunes, 20 de octubre de 2008

El liderazgo de EE.UU. en tela de juicio

Elecciones americanas:
Obama o Mcain, esa no es la cuestión

Desde la caída del muro de Berlín y la desintegración de la Unión soviética, Estados Unidos, se erigió de manera casi natural en única e ineludible referencia en política internacional.

Con el mayor potencial militar y financiero del mundo y las credenciales de libertadores frente al nazismo y vencedores del comunismo, EE.UU. se sentía con la responsabilidad histórica de ponerse al mando de la globalización para afianzar su liderazgo internacional.

Nadie sospechaba en ese momento, ni siquiera la administración americana, en qué consistía realmente dicha globalización ni cual podía ser su alcance. Cuando George Bush padre pronunciaba en 1991 su discurso sobre el Estado de la Unión ante el Congreso anunciando “Un nuevo orden mundial, donde diversas naciones se unen por una causa común para lograr las aspiraciones universales de la humanidad: paz y seguridad, libertad y el gobierno de la ley”, posiblemente no pensaba mas allá de la intervención militar en la primera guerra del Golfo y de la resolución de los conflictos en base a los loables principios mencionados.

En el transcurso de los últimos quince años, hemos visto cómo se desarrollaba una cierta globalización en variedad de campos, incluso en lo delictivo, pero no pudimos conjeturar aún el anhelado “nuevo orden mundial”. Más bien asistimos al debilitamiento de la Organización de las Naciones Unidas, a una cierta crispación de las relaciones internacionales como consecuencia de un “unilateralismo” voraz y al crecimiento de la inseguridad internacional.

En todo este proceso, la imagen de EE.UU. ha sufrido un serio desgaste y al día de hoy su economía está al borde de la recesión. ¿Tendrá pues, la administración americana los medios para mantener su presencia en el mundo y resolver los conflictos en curso?¿O habremos de asistir a un nuevo aislacionismo o repliegue dictado por la escasez de recursos financieros y a la consecuente y peligrosa ausencia de liderazgo internacional?

Objetivamente, a nadie le convendría tal varapalo; máxime cuando se está muy lejos de un verdadero nuevo orden mundial capaz de aportar soluciones a los nuevos retos de la humanidad y lograr una gobernanza justa y estable de la comunidad internacional.

La paradoja está en que la elección está en manos de los propios americanos, sea cual sea el resultado de los comicios presidenciales. Se trata ante todo de fortalecer la credibilidad de una organización de Naciones Unidas renovada, sea a nivel de la resolución del veterano conflicto palestino-israelí y del resto de contenciosos pendientes o en la lucha contra el hambre y las desigualdades en el Mundo. Se trata de unir fuerzas para poner término a la sangría que supone para el tercer mundo la ola incontrolable de la emigración, y volver a tomar la relación norte-sur en el sentido del trato justo. Se trata de fomentar realmente la democracia y libertades en el mundo, respetando creencias y voluntades colectivas mas allá de los simples intereses coyunturales. Se trata, en fin, de liderar un proyecto serio a la altura de la inteligencia y de la dignidad humanas.

Comprendo que para ciertas mentes estos objetivos puedan parecer meros deseos piadosos, pero eso seria sin tomar en consideración los últimos acontecimientos y el fuerte impacto de la comunicación que les acompaña, en la opinión pública internacional.

La formidable movilización de los gobiernos para atajar la crisis financiera ha tenido al menos el mérito de demostrar que cuando algo se quiere con firmeza, se puede. Y de aquí en adelante se hará difícil para los políticos justificar su inercia frente a tantas tragedias que vive la humanidad o su complacencia ante la desmesura y la opulencia insultante de un puñado de favorecidos insolidarios.

El presidente francés, Nicolas Sarkozy, ha tenido la lucidez, en su calidad de Presidente de turno de la Unión Europea y de un país influyente en la escena internacional, de llamar a cerrar filas y a reaccionar ante lo que se avecina. Pero cuando habla de reconstruir “el capitalismo del futuro” o que el presidente George Bush insiste en preservar “los fundamentos del capitalismo democrático”, no parecen responder al verdadero reto planteado por la crisis que, sin duda, sobrepasa el enfoque técnico de la reforma del ordenamiento financiero mundial y apunta más bien hacia una cuestión de índole política que reside en la confianza. En cualquier caso, el contexto actual no soportaría nuevas dudas ni vacilaciones ante el futuro próximo.

Cuando se pretende apagar el fuego, más vale dejar que las cenizas se enfríen antes de removerlas.

Abdeslam Baraka

Rabat el 20 de Octubre de 2008

lunes, 13 de octubre de 2008

La crisis financiera vista desde Rabat

Al igual que el resto de la gente, trato de comprender lo que está pasando y lo que queda por venir. Las únicas certezas que se vislumbran en toda esta confusión es que la crisis financiera y económica no tendrá los mismos efectos sobre ricos y pobres y que las reglas del juego las dictan y las cambian a su antojo los poderosos.

Hace al menos dos décadas que el FMI y el Banco Mundial van impartiendo clases y dictando reglas de conducta a los países del Tercer Mundo para que saneen sus economías y estructuren sus finanzas. Vimos cómo se les exigía deshacerse de las empresas estatales rentables en el marco del famoso proceso de privatización. Y, para apreciar mejor el manjar, llegaron también las conminaciones sobre comercio internacional, con la abolición de fronteras para los productos manufacturados y los capitales extranjeros, y la armonización de las legislaciones laborales y de inversión en base a las pautas de los países ricos.

Es necesario recordar la convulsión que, para las poblaciones de esos países, supone soportar las famosas reformas estructurales que apuntaban a menos Estado y mayor "competitividad". Muchos gobiernos se tambalearon y otros fueron arrasados por la ira de manifestantes desesperados, aunque el nuevo sistema siguió su camino, imperturbable, decidido a dejar en la vereda a los débiles.

Para colmo, se cerraron las fronteras de los paraísos occidentales a los productos agrícolas de los países pobres y se empezó a criminalizar la inmigración de las víctimas del sistema.

Lo que no se podía imaginar es que cuando los Estados del Tercer Mundo empezaban a tapar las brechas y a curar las heridas sociales, habiendo asumido que los Estados no deben interferir en la economía ni asistir a las empresas y personas, se hayan visto sorprendidos por los remedios recetados por los poderosos para atajar la crisis actual.

Sin pretender ser exhaustivo, las medidas que deberán asumir ahora los políticos y los gobiernos se resumen en volver a las nacionalizaciones, utilizar la plancha de billetes, recurrir al producto de los impuestos para verterlos en las cajas sin fondo de las instituciones financieras, otorgar la garantía del Estado a los depósitos bancarios y, por si ello no fuera suficiente, optar por el endeudamiento exterior y el déficit presupuestario para implicar mejor a las futuras generaciones en asumir nuestras torpezas. Todo un escándalo.

Hay que imaginarse la amargura con la que se percibe este proceso desde Rabat, Brasilia o Yakarta. En un pasado muy reciente, cuando con medidas similares podían pretender relanzar sus economías y recortar distancias, se les encendía el semáforo rojo; ahora, cuando empezaban a lidiar con el mercado internacional y a sentirse aguerridos, se cambian las reglas de juego y se les deja indefensos. Por ejemplo, cuando el banco central de Marruecos sube los tipos de interés en medio punto para yugular la inflación, Trichet, que no ha cesado de defender la misma política, sucumbe al pánico y, junto con los principales bancos centrales del mundo, baja los tipos de medio punto.

Definitivamente, los países emergentes y en desarrollo deben prepararse para padecer su propia crisis.

Una de las principales consecuencias de la hecatombe financiera actual es la desecación del crédito. Sea a nivel de individuos o de Estados, el efecto se anuncia devastador. La sangre dejará de fluir en el cuerpo de la economía y el paro cardiaco será inevitable. En todo caso, las secuelas sobre las funciones del cerebro estarán servidas. Ahora bien, el que no tenga necesidad de recurrir al crédito, por tener medios para aguantar la racha, podrá esperar mejores tiempos y hasta beneficiarse. En otros términos, es el momento para los ricos de hacerse más ricos y el momento para los pobres de asumir plenamente su condición y dejar de fingir, como llevaban haciendo algunos recurriendo a los créditos al consumo y a las hipotecas.

Países como Marruecos, cuyo sistema financiero no está contaminado, tendrán que afrontar pronto la escasez de inversión exterior, la desaceleración del flujo turístico y la disminución de la actividad exportadora en general. Se trata de miles de trabajadores en situación de riesgo. Pero la cobertura social no es la misma que en los países desarrollados y tampoco lo es la capacidad intrínseca de autofinanciarse durante un largo periodo de tiempo. Lo que había que privatizar ya se ha privatizado; lo que había que conceder al sector privado a nivel de servicios públicos ya se ha concedido, y, consecuentemente, las posibilidades extraordinarias de financiación se agotan. Marruecos deberá optar, pues, por sus propias soluciones y apoyarse en su mercado interno.

Y me pregunto, ¿qué latitud tendría un país emergente en tomar medidas de protección e imaginar soluciones propias sin levantar protestas institucionales, ya que las reglas de la globalización siguen vigentes, al menos en teoría? Las propias palabras de Paulson, secretario del Tesoro, pronunciadas en el Congreso de EE UU al presentar su plan de rescate, inducen a temor. Decía: "Si no se aprueba, que Dios nos ayude". Ahora que está aprobado, parece insuficiente a todas luces. Así, digo yo, que Dios nos coja confesados.

Abdeslam Baraka

13 de octubre 2008

miércoles, 14 de noviembre de 2007

Coherencia en la vecindad

CEUTA Y MELILLA

NO SON EL ÚNICO CONTENCIOSO ENTRE ESPAÑA Y MARRUECOS

No hay amistad posible sin sacrificios como no hay vecindad que se sostenga sin gestos y concesiones mutuas. Al vecino de al lado o se le ignora con el riesgo de que al primer alboroto se arme el follón; o se le trata con respeto y amistad con lo cual se gana en tranquilidad y hasta se puede acudir a su solidaridad en caso de necesidad, que puede ir desde la sal al comino.

No si razón suficiente se solía introducir en los comunicados conjuntos Hispano-Marroquies entre 2000 y el 2004, el término de solidaridad. Se le quiso dar, y se le dio conscientemente, un significado y un contenido. Los acontecimientos no tardaron en mostrar su expresión en la generosa cooperación mutua en casos de catástrofes naturales, incendios y naufragios, en la lucha contra la emigración irregular y el terrorismo.

Del mismo modo no era por nada por lo que se fomentaba el apoyo mutuo a nivel internacional; como fue el caso de la candidatura de España al escaño de miembro no permanente del Consejo de Seguridad, en su día o a la candidatura de Marruecos al Mundial de fútbol del 2010.

Y creo que puedo decir, sin caer en el riesgo de desvelar ningún secreto que se pretendía ir a más y que hasta se llegó a formar un contingente militar conjunto integrado a la Minustah, bajo el paraguas de Naciones Unidas para defender y proteger la paz civil en Haití. Me temo que algunos todavía ne se lo creen.

Las pretensiones de los dos estados eran mucho más ambiciosas y de haber sido concretizados, hubieran aportado la más completa magnitud de acción conjunta de los dos Países, sea en el plano de la paz mundial o a nivel del desarrollo regional.

Otras sendas habían sido experimentadas anteriormente y es conocido que algunos diplomáticos españoles, entre ellos el actual Ministro de Exteriores, Miguel Angel Moratinos y el ex. Embajador de España en Rabat, Jorge Dezcallar, que habían ideado la teoría del colchón económico, capaz de amortiguar las imprevisibles crisis entre los dos países, cuando ambos tenían responsabilidades en la dirección general de África del Norte y Medio Oriente del ministerio de Asuntos Exteriores.

Todas estas iniciativas y muchas otras, algunas de ellas espontáneas y ajenas a la diplomacia pero no menos importantes, tienden hacia una sola finalidad que consiste en facilitar la vecindad, limando asperezas y señalando nuevos campos de entendimiento. No son iniciativas administrativas aunque lo parezcan ni son tampoco tácticas políticas y aunque lo fueran, en el fondo reflejan un sentimiento más amplio y representativo de un claro anhelo popular en las dos riberas, sensible a la convivencia efectiva y sostenible.

¿Qué se pretende inculcar a la juventud alegando que Marruecos nunca existió como Estado antes de 1956,? ¿Y qué se gana, ocultando hechos históricos irrefutables o tratando de configurar una geografía a la medida de su antojo? Me temo que tan sólo ignorancia y menosprecio del vecino.

Frente a las perspectivas de concordia y desarrollo común hay que reconocer que los alegatos y descalificaciones en el debate sobre el contencioso de Ceuta y Melilla no parecen que constituyan el mejor camino hacia una solución duradera. Más bien confunden a los Pueblos en los meandros jurídicos y confrontaciones político-mediáticas, despilfarrando más tiempo que el que se necesita para resolver los propios problemas.

La obligación de cualquier Estado, tal y como se define en derecho, es asegurar justicia, estabilidad y seguridad a sus ciudadanos. Tal objetivo pasa por dos vías ineludibles. Una es la Democracia y, la otra, la resolución de los contenciosos territoriales. Todo ello representa en fin, el primer atributo del Estado y el mejor legado que se puede dejar a las futuras generaciones.

Hay que recordar que el contencioso territorial entre España y Marruecos no concierne únicamente a las ciudades de Ceuta y Melilla, sino que sigue latente en el frente Atlántico por falta de delimitación de los espacios marítimos en el área del archipiélago canario.

En el 2003, uno de los grupos de trabajo que se habían creado, después de la crisis diplomática entre los dos países, fue justamente el de la delimitación de aguas territoriales. Sus trabajos no llegaron a su término, posiblemente por no haberse hecho con la discreción requerida en asuntos de esta índole, pero sin duda habían avanzado de manera significativa y substancial.

Pero aún sin resultados tangibles, el grupo de trabajo dio la mejor prueba de que se podían tratar temas sensibles y territoriales entre los dos gobiernos, sin que la tierra temblase. ¿O quizás sea porque los grandes espacios atlánticos no conlleven el simbolismo de los dos presidios, por lo que los políticos pierden la mesura?

Creo sinceramente que lo fundamental, es preservar el futuro y garantizar la convivencia y el diálogo necesarios de dos pueblos nobles, vecinos y con una larga historia en común.

Optar por el statu quo, equivale a mantener un semillero de pleitos que podrían originarse por incidentes fortuitos de pesca, de exploración submarina y otras tantas razones imprevistas. Mantener el statu quo podría significar que se mantenga la turbulencia en la relación diplomática y alimentar en las opiniones publicas un clima de desconfianza y de guardia permanentes.

La otra vía, la del entendimiento bilateral y la coherencia en la vecindad, queda abierta.

Rabat el 14 de Noviembre de 2007

Abdeslam Baraka

miércoles, 7 de noviembre de 2007

Réplica a Gustavo de Aristegui

En el actual debate diplomático y mediático entre Marruecos y España, iniciado por la reciente visita de SS.MM. los Reyes D. Juan Carlos y Dña. Sofía a Ceuta y Melilla, me interpela de manera muy particular la intervención del Diputado Gustavo de Arístegui y San Juan en la cadena cityfmradio.com, publicado en la página web de la misma, bajo el titulo « como llevarse mal con Marruecos y Argelia al mismo tiempo».

Conociendo las aptitudes y conocimientos históricos y políticos notoriamente reconocidos del Sr. Gustavo de Aristegui, me sorprende que mezcle en un mismo debate, cuestiones de derecho internacional y otras de índole estrictamente de política interior y electoralista.

La ética que rige la conducta de un político no se juzga únicamente a través de su habilidad en la presentación o ocultación de sus argumentos, sino a por de la objetividad del razonamiento, la veracidad de sus dichos y la adecuación a legalidad establecida sea nacional o internacional.

Sin querer entrar en polémicas absurdas, quiero recordarle que la carta de Naciones Unidas firmada el 26 de Junio de 1945, se proponía poner fin a todas las situaciones de conflicto « y suprimir actos de agresión u otros quebrantamientos de la paz; y lograr por medios pacíficos, y de conformidad con los principios de la justicia y del derecho internacional, el ajuste o arreglo de controversias o situaciones internacionales susceptibles de conducir a quebrantamientos de la paz; ».

Que justamente esa carta que viene a dar nacimiento a un nuevo orden mundial basado en nuevos principios y reglas de derecho internacional, anula de hecho y derecho todos los convenios y acuerdos leoninos o situaciones de hecho anteriores (inclusive las herencias de 1585 y tanto debería dolerle a D. Gustavo de Arístegui recordar la época en que se podían heredar seres humanos) .

Que la constitución española nunca se refirió, citando les ciudades de Ceuta y Melilla, al territorio, sino que se limitó a citar las « poblaciones » y a las « ciudades», dedicando por lo tanto a dichos presidios una referencia jurídica especifica, a diferencia de las autonomías españolas.

Sin ir mas lejos, le recomendaría al Sr. Gustavo de Arístegui, releer el libro blanco del ex presidente de Alianza Popular D. Fraga Iribarne, así como los excelentes libros del difunto Embajador D. Alfonso de la Serna y el Embajador D. Máximo Cajal.

No quiero citar a mas personalidades españolas que creen en las virtudes de la buena vecindad y que rechazan con certeza el anacronismo de situaciones coloniales del pasado ni tampoco quiero hacer paralelismos sobradamente conocidos.

Basta con recordar, que el ex Presidente de EE.UU Dwight D. Eisenhower, recomendó a las autoridades españolas en 1956, devolver a Marruecos toda su Africa occidental.

Podría igualmente recordar, refiriéndome al Profesor Abdelhadi Tazi en su Enciclopedia sobre la diplomacia marroquí, que Marruecos había resaltado desde un principio ante las instancias internacionales, la Declaración Común del 07/04/1956, por la cual España había "reafirmado su voluntad de respetar la unidad territorial de Marruecos" y se comprometía a tomar "todas las medidas para hacerlo efectivo".

En este marco, el difunto Rey Hassan II había recordado en 1961 en Belgrado, durante laCumbre de los no-alineados, la presencia colonial española en Marruecos.

Las legítimas reivindicaciones sobre las dos ciudades y las Islas vecinas recibieron entonces en el seno de la comunidad internacional, un amplio y fuerte apoyo.

De este modo el Consejo de Ministros de la Organización de la Unidad Africana adoptó, durante su 24º Sesión Ordinaria, llevada a cabo en Addis-Abeba del 13 al 21 de febrero de 1975, la Resolución Nº CM/Res. 389 XXIV relativa a los enclaves coloniales en la costa del Norte de Marruecos". En el primer párrafo el Consejo "expresa su entera solidaridad con el Reino de Marruecos por la recuperación de los enclaves coloniales de su costa norte".

Por su parte, el Consejo de la Liga de los Estados Arabes adoptó, durante su 63º sesión ordinaria llevada a cabo en El Cairo del 4 al 26 de abril de 1975, la Resolución Nº 2334 por la cual decidió “sostener de manera absoluta las reivindicaciones del Reino de Marruecos por la recuperación de Ceuta y Melilla, las Islas Jaafarinas y los peñones de Alhucemas y Velez.

Igualmente, el Consejo Islámico de los Ministros de Relaciones Exteriores adoptó durante la 6ª sesión ordinaria llevada a cabo en Jeddah del 12 al 15 de julio de 1975, una Resolución por la cual decidió “dar un apoyo total al Reino de Marruecos en su reivindicación por la recuperación de su soberanía sobre las ciudades de Ceuta y Melilla y las Islas que le son anexadas”.

Por último, la Conferencia de los Países No-Alineados que se llevó a cabo en Lima (Perú) del 25 al 30 de agosto de 1975, declaró que “los Países No-Alineados expresan su pleno apoyo a las reivindicaciones del Reino de Marruecos por la recuperación de su jurisdicción territorial sobre las ciudades de Ceuta y Melilla, Islas y enclaves” y solicitó “a España iniciar negociaciones directas con Marruecos a fin de tomar medidas para su restitución inmediata”.

El Dr. Abdellatif Filali, Primer Ministro, Ministro de Asuntos Extranjeros, renovó el 29/09/94 ante la Asamblea General de las Naciones Unidas la reivindicación marroquí sobre Ceuta y Melilla y pidió en esa circunstancia un proceso de descolonización similar al reservado para Hong Kong, Macao y Gibraltar. Esta actitud fue la continuación del Discurso Real del 03/03/94 en el cual el difunto Rey Hassan II subrayó que “la solución no podía esperar demasiado para poner fin a una situación anacrónica”. La misma posición fue reiteradamente replantada en la asamblea general de Naciones Unidas.

Por otro lado, al firmar el 26/05/88 con la CEE el Protocolo del Acuerdo de Cooperación el Gobierno marroquí llevó a conocimiento de la CEE “que ninguno de los compromisos subscriptos por el Reino en calidad de Acuerdos (antes citados) cualquiera sea su interpretación, podrá tener consecuencias jurídicas sobre la posición del Reino de Marruecos con relación a Ceuta y Melilla”.

En abril de 1988, la Representación Permanente de Marruecos ante las Comunidades Europeas había notificado a la Secretaría General del Consejo de las Comunidades Europeas una nota para llamar la atención de la CEE sobre la posición de Marruecos referente al status territorial de los enclaves dentro del contexto de la adhesión de España a la CEE, que se hizo efectiva desde el 1º de enero de 1986.

Estas quejas marroquíes expresadas mediante reservas encontrarán una respuesta en la carta del 03/06/85 dirigida por Claude Cheysson, entonces Presidente de la Comisión de la CEE al señor Karim Lamrani, ex Primer Ministro, relativa al status jurídico de Gibraltar, por una parte, y de Ceuta y Melilla, por otra parte, con respecto a la Comunidad. En dicha carta, Cheysson había precisado, entre otras cosas, que Gibraltar y Ceuta y Melilla están sometidas a regímenes basados en los mismos principios; comprenden derogaciones similares a leyes y prácticas comunitarias en virtud de situaciones y regímenes particulares que gobiernan las relaciones entre estos territorios y los miembros de la comunidad concernientes.

Estas derogaciones reflejan, en consecuencia, la situación preexistente a la adhesión de los Estados en cuestión y traducen esta situación en el plano del derecho comunitario.

Aún así, Marruecos siguió reclamando una solución bilateral recordando que la propuesta de célula de reflexión conjunta, sigue siendo el mejor medio para debatir del futuro de Ceuta y Melilla.

Quisiera subrayar, para terminar, que S.M. el Rey Mohamed VI es ciertamente uno de los hombres de Estado con mas coraje y espíritu de dialogo y apertura que ha conocido Marruecos y que hoy mas que nunca España y Marruecos tienen la ocasión histórica de resolver su contencioso fronterizo y abrir una nueva era de paz y prosperidad en beneficio mutuo de sus respectivos pueblos.

No perdamos tiempo en diatribas estériles o políticas obsoletas. Las obligaciones de vecindad nos interpelan.

Los políticos son juzgados históricamente por la certeza y el coraje de sus decisiones, hoy toca a los de turno. Marruecos por su parte estará a la altura de sus responsabilidades.

Abdeslam Baraka

Rabat el 7 de Noviembre del 2007

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Publicado en www.infomedio.org