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lunes, 12 de marzo de 2012

Por mas que la tierra Palestina se tiñe de rojo



¿Cuantos somos los que en tiempos de paz nacimos?
Que ni del miedo verdadero ni destierro sufrimos.
Que ni de los pájaros de fuego tenemos idea certera,
Ni del temido trueno de misiles que surgen de fuera.

¿Cuantos somos los que en tierras bondadosas vivimos?
Los que nunca vimos desraizar unos pocos olivos
Y nuestras casas ser derrumbadas, entre llantos y chillidos
Por unos cuantos milicianos bramando sus viles rugidos.

Somos muchos, somos los que deniegan a otros seres, 
Los derechos y justicias que pretendemos merecer.
Son semejantes, que también tienen sus anhelos y quereres,
Que con nuestra mirada apartada los dejamos perecer.

Somos muchos, somos los que no oyen el clamor,
Somos los que no derraman una lágrima del ojo,
Somos los faltos de bondad y faltos de amor
Por mas que la tierra Palestina se tiñe de rojo.

Abdeslam Baraka

Rabat el 12 de marzo de 2012 

domingo, 27 de febrero de 2011

Para que el vacío no sea arrebatado por la contingencia de la aventura.


¿Habría un antídoto para evitar que la humanidad siga masacrándose y que decida vivir en paz y verdadera justicia por lo que le quedaría de existencia?

¿Porque el pueblo llano presentía la llegada de los pésimos momentos presentes y que los expertos, a los que está de moda confiar las opciones decisivas, optaron por seguir ciegos y hacer oídos sordos?

¿Será que la humanidad no cambia de naturaleza y que sigue siendo tan hipócrita y oportunista consigo misma, hasta el punto de engañarse?

¿Podría una cierta cultura, la de la solidaridad entre los pueblos, la del compromiso con la justicia y la de la defensa de la libertad, evitar a nuestros hijos seguir derramando su sangre, sin justificación vital alguna?

Alguien deberá indicar un camino, el verdadero, en el que la humanidad aprendería de sus errores y que acierte en sustituir la mera glotonería de la preponderancia y el exceso, por el cúmulo de las enseñanzas de la vida y de la historia.

Pero alguien deberá indicar ese camino, para que el vacío no sea arrebatado por la contingencia de la aventura. Alguien o simplemente algo, que consistiría en el razonado sentido común, debería lograrlo.

¡Por algo disponemos de inteligencia humana y de discernimiento!

Abdeslam Baraka


Rabat el 27 de febrero 2011

jueves, 30 de diciembre de 2010

Democracia y modelo de sociedad


Unos quisieron imponer su modelo de democracia a punta de cañón, otros chantajeando a los pueblos de África y América Latina con el cese de la inversión y de la ayuda al desarrollo; y otros erigiéndose en protectores con un pretendido derecho a la patria potestad sobre los países del sur.

El resultado es desolador y la democracia aparece cada vez más desprestigiada y menoscabada, sobre todo en los países desarrollados del norte. ¿Cómo explicar sino, que un gobernante recién votado y democráticamente elegido, decida suprimir quinientos mil puestos de trabajo o triplicar las matrículas universitarias, en contra de sus promesas electorales? ¿Cómo concebir que en el Viejo continente, los compromisos electorales hayan sido sustituidos por las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional que tanto daño hicieron a los países del Sur, en la década de los ochenta? ¿Y cómo se puede justificar que los pueblos deban sufrir y pagar por una mala gestión sin que se depuren responsabilidades?

Ahora que el panorama está así de despejado y las mentiras y oportunismos ya destapados, las sociedades tienen la ocasión histórica de retomar las riendas de su destino y resguardarse de similares abusos en el futuro.

Lo único positivo en este contexto trágico de desorientación y de espera (sin hablar del efecto inesperado y devastador de WikiLeaks), es que ya no se puede dar lección alguna de nada a nadie y que el futuro está de nuevo por construir.

La democracia seguirá sirviendo como marco de gobierno y de convivencia pero habrá que desligarla de las ideologías, ultraliberal, del populismo y de las creencias exacerbadas, como lo fue de los sistemas populares y totalitarios.

El objetivo de la democracia no es desembocar en un modelo único de sociedad sino el de permitir la coexistencia de antagonismos y rivalidades en un marco pacífico y de entendimiento. Nos orientaríamos, pues, hacia una democracia real, afirmada en la sociedad civil y que nos permita ser coherentes con nuestras señas de identidad respectivas. Que respete nuestras culturas y creencias  para facilitar la enriquecedora convivencia.

De ahí, la necesidad de identificar, fomentar y desarrollar en cada cultura, los principios que coincidan con los valores universalmente reconocidos como democráticos, para que el comportamiento democrático sea un aprendizaje natural y permanente, empezando por el respeto al otro como base de todo sistema sociopolítico que garantice los derechos fundamentales a la vida, a la libertad y a la solidaridad.

La democracia no necesita de fórmulas abstractas para conseguir la buena gobernabilidad; basta con el sentido común, la libertad de voto y el consenso en los temas fundamentales.

Las actuales democracias pecan por defecto. Se hacen cada vez más rígidas y formales, a través de un sistema partidista que monopoliza, paradójicamente, el diálogo y la confrontación. Se ha marginado a los otros componentes de la sociedad y se ha enjaulado a la democracia en un laberinto de procedimientos y tecnicismos que le substraen toda substancia.

No todos los políticos ignoran esta realidad pero muchos son los que se aprovechan de un efímero mandato electoral para sacar pecho y lucir corbata nueva. Para estos personajes, la inmunidad parlamentaria, las relaciones de alto nivel y las amistades empresariales se transforman en abuso de poder.

Por todo esto, tendremos que reinventar las reglas del mandato para que nunca más un acto democrático y voluntario se transforme en un secuestro a plazo de la voluntad popular. Una pista posible sería la ampliación de las causas de destitución y del ejercicio del referéndum e iniciativa popular, así como el control del desmedido poder de los partidos políticos. La segunda alternativa atañe a la incomprensible disciplina de los grupos políticos en las instituciones representativas, que  contradice el principio constitucional de que el voto parlamentario es un deber y un derecho personal indelegables.

Lo cierto es que ni las malas prácticas de gobernabilidad ni los efectos perversos de las crisis actuales deben mermar nuestra decidida opción por la democracia. Ahora más que nunca debemos preservarla y protegerla de las insidias de la reacción.

Por suerte, la democracia no es monopolio de nadie, mas bien constituye el único medio para el ciudadano de poder cambiar el curso de los acontecimientos. No importa esperar cuatro o cinco años para recordarlo y exigir replantear los fundamentos alterados. La vida de los pueblos no se mide en términos de mandatos sino por el bienestar de una vida social en la paz que procede de la justicia.

Abdeslam Baraka

Rabat el 29 de diciembre 2010