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sábado, 14 de abril de 2012

Etapas y metodologías desconcertantes

¡Raro, raro, raro! Etapas y metodologías desconcertantes: 

- 2008, crisis financiera en Occidente (quiebras de bancos y empresas, desahucios inhumanos y desolación de los pequeños ahorradores y sorpresas para grandes y medianos inversores en bolsa);

- 2010, inicio de la crisis de la deuda soberana en la zona Euro con intervención sorprendente del FMI y cambios de gobiernos sin elecciones democráticas directas (Grecia, Italia) y sobre todo cargando las pérdidas a los ciudadanos y clase obrera;

- 2011, primavera al sur del Mediterráneo, con intervención de la Otan en algunos casos y de nadie en otros pero con mucho olor a sangre humana y sin perspectiva alguna;

- 2012, golpes de Estado militares en Africa sub-sahariana (Mali, Guinea Bissau...), con la incertidumbre que acompaña y la puesta en jaque de cualquier veleidad democrática.

En fin, todo un culebrón digno de las mejores series interminables de Hollywood.

De nada sirve escribir mas sobre el tema. Nadie es tonto.

Abdeslam Baraka
Rabat el 14 de abril 2012

miércoles, 10 de agosto de 2011

El fracaso del modelo dominante

No es utópico pensar que la razón y la voluntad de los pueblos, puedan forzar el giro decisivo que necesita la humanidad para retomar las riendas de su destino.

Cuando el 13 de Octubre de 2008 publicaba en la tribuna del diario El País el artículo titulado “La crisis financiera vista desde Rabat”, citaba al entonces secretario del tesoro americano Henry Paulson quien al presentar su plan de rescate ante el congreso de EE.UU., confesaba: “si no se aprueba, que Dios nos ayude”. Entonces no podía imaginar todo lo que quedaba por llegar. Aunque concluía mi artículo vaticinando que dicho plan parecía a todas luces insuficiente, nunca pensé que tres años después, el Altísimo seguiría siendo solicitado, a pesar de las relucientes fotos de familia del G20 y de los numerosos anuncios de medidas de regulación y de buen gobierno.

Hace poco, el Presidente Obama advertía que si el Congreso no llegaba a un acuerdo para elevar el techo de la deuda federal, el mundo corría hacia el peligro de una “crisis global”. Pero el nuevo plan se queda corto a pesar de su aprobación, pues no evita las repercusiones previstas por falta de acuerdo y no desactiva la espiral de desconfianza de los mercados financieros.

Tres años después, la segunda gran réplica de la crisis financiera esta servida, de nuevo desde los Estados Unidos . En el intervalo, varios Estados del viejo continente entraron en quiebra, otros retomaron el uso de la porra para implementar duras medidas de austeridad y tratar de yugular el descontento popular creciente. Se inició una nueva guerra en Libia y la “Primavera Árabe” sigue prometiendo ser larga, corriendo el riesgo de quedarse fuera de temporada y hacer durar una funesta lucha fratricida.

Ante la perdura de la crisis y sus rebotes ya no hay lugar a tergiversaciones y falsas promesas. Los remedios propios al sistema no han dado resultado y los expertos en la materia no pueden dar mas de sí. Sus fórmulas de reducción del déficit, del aumento del impuesto, de recortes sociales, de reforma laboral para desbaratar y facilitar el despido, de fomento del crecimiento a través del consumo…etc., han provocado suficientes estragos y derramado muchas lágrimas.

Nadie alude al equilibrio social ni a los derechos inherentes a la condición humana con la consecuente prioridad que se merecen. Hasta el ideal democrático se ve salpicado por el sometimiento de los gobernantes a un mercado dominante, sin juicio ni reglas y no queda a los pueblos mas remedio que indignarse, cada cual a su manera.

El crecimiento a nivel de cifras y estadísticas no lo es todo, máxime cuando se trata de un crecimiento forzado por medio de la agravación del endeudamiento de las familias o a través de obras de prestigio y de oportunismo electoralista. Esa clase de crecimiento a toda costa no hace mas que inflar la burbuja que nos sumerge en un largo sueño del que solemos despertarnos repentinamente atónitos y desilusionados. De igual manera, el crecimiento no puede ser global, puesto que los pueblos no disponen del mismo nivel de desarrollo y riquezas. La actual situación de los países del sur de Europa lo ilustra perfectamente.

En espera de que los economistas se pongan de acuerdo sobre los factores determinantes de un desarrollo duradero, equilibrado y humano, pertenece a los políticos retomar la iniciativa, recobrando su autonomía de decisión, sustentada en el mandato popular y hacer uso del sentido común.

Se trata en primer lugar, para cada Estado de conocer sus posibilidades y de reconocer sus límites en el marco de la transparencia democrática responsable, priorizando la formación, la salud y el bienestar mínimo razonable de su pueblo antes que cualquier gasto superfluo.

En segundo lugar, hacer del recurso a mas democracia directa una tendencia irrevocable, cada vez que se tengan que tomar decisiones de envergadura que comprometan el futuro de los ciudadanos. Y por fin, tratar de rescatar la condición humana de la espiral consumista en la que se ha visto envuelta, no siendo exagerado tampoco hablar de liberarla de la situación de casi esclavitud y de estrés a la que la someten las luchas de competitividad y de rendimiento empresariales.

No es utópico pensar que la razón y la voluntad de los pueblos, puedan forzar el giro decisivo que necesita la humanidad para retomar las riendas de su destino. No hay razón para que no encuentre su equilibrio en nuevas sendas en armonía con su condición y con la tierra que la acoge y que la nutre.

Rabat el 10 de agosto 2011.

Abdeslam Baraka

viernes, 21 de enero de 2011

Analogías tunecinas

Las voces tunecinas libres no desentonan con el clamor internacional en contra de la deriva neo-liberal, que se apoya en una globalización mercantilista injusta. No se trata pues de elucubrar sobre la teoría de los dominós en el mundo Árabe, porque nos encontramos ante algo mas profundo, complejo y global.


Más allá de la naturaleza del régimen derrocado en Túnez, que corresponde a la sociedad tunecina juzgar con conocimiento de causa, la cuestión que queda en tela de juicio es la de un cierto sistema neo-liberal basado en el mercantilismo y el clientelismo. Un sistema, que no es realmente liberal, y que es capaz de exhibir porcentajes de desarrollo humano y de rendimiento económico, que pueden seducir y confundir al mas riguroso de los expertos de las instituciones financieras internacionales.

Desde hace décadas, la República tunecina, figura en el Top ten de los indicadores de desarrollo humano del PNUD, en el ámbito del mundo Árabe. El promedio de su tasa de crecimiento se sitúa entre un 3 y 4%  y el éxito del sector turístico y de educación es incuestionable.

Es obvio que la falta de libertades, de respeto a la dignidad humana y de opciones democráticas no figuran entre los criterios de aquellos que acostumbran a repartir notas de buena conducta, a lo largo y ancho de la geografía,. La última curiosidad de este género la que acaba de protagonizar la agencia Moody's que, en un tiempo record, decidió rebajar la nota soberana de Túnez, con ocasión del proceso político en curso. En espera de las "sentencias" de Standards and Poor's, Fitch y otros, todo indica que estos "pitonisos" de las finanzas, saben más de castigos a las aspiraciones populares que de prevención de las crisis económicas y financieras. 

Resulta sorprendente que se note mejor cuando prospera un sistema económico basado en el monopolio de los negocios, corrupción y sombrías licitaciones; un sistema en el que el businessman se hace señorito y más rico, con tendencia a la ostentación y gala de poderío y en el que el marginado se ve condenado a seguir siendo pobre y excluido. 

Pero lo mas dramático se da cuando los gobiernos ansiosos de notaciones externas, siguen publicando estadísticas y esquemas, convencidos de estar alcanzando sus objetivos de crecimiento y lucha contra la pobreza, en el momento en que la cruda realidad de los pueblos demuestra todo lo contrario. 

El sistema tunecino fue un fiel seguidor de los estándares occidentales a nivel de gobernanza económica que, sin duda, ha sido en beneficio de las dos partes. Pero a diferencia de los países del sur, en el caso de Europa, por ejemplo, se garantizaba a los pueblos, al menos hasta ahora, una cobertura social suficiente que, en general, los ponía a salvo de la precariedad y de la exclusión.

Pero era sin contar con los efectos de la crisis financiera y de la intervención del Fondo monetario internacional que, a pesar de la ineficacia de sus pociones, probada en no pocos países del tercer mundo, sigue empeñado en recetar las mismas fórmulas de menos Estado, de equilibrio presupuestario a toda costa y de recortes sociales; en este caso a los países del norte de Mediterráneo.

Llama la atención el hecho de que la política económica de EE.UU no se inscriba en esta orientación. Al contrario, la administración Obama, refuerza su sistema de cobertura social sanitaria, abarata los créditos e incrementa la inversión pública en vistas a crear empleo. El resultado es que los americanos están recobrando paulatinamente su vitalidad y estado de bienestar, cuando los países europeos siguen bajo las turbulencias del Euro y de las "reformas sociales", a pesar del buen resultado germano.

Es hora para los gurús de las finanzas de recordar que no se puede poner en ecuación matemática a un ser tan sensible y peculiar como el ser humano. En ese sentido la situación geográfica no constituye un argumento serio, pero sí lo es el sentimiento de dignidad y de justicia.

Por todo ello, las voces tunecinas libres no desentonan con el clamor internacional en contra de la deriva neo-liberal, que se apoya en una globalización mercantilista injusta. No se trata pues de elucubrar sobre la teoría de los dominós en el mundo Árabe, porque nos encontramos ante algo mas profundo, complejo y global. Más bien se trataría de la gestación de un nuevo orden mundial justo y humano, que podría haber empezado a la orilla del Mediterráneo.

Que Dios proteja al Pueblo tunecino hermano y que guíe sus pasos.

Abdeslam Baraka

Rabat 21 de enero 2011

jueves, 30 de diciembre de 2010

Democracia y modelo de sociedad


Unos quisieron imponer su modelo de democracia a punta de cañón, otros chantajeando a los pueblos de África y América Latina con el cese de la inversión y de la ayuda al desarrollo; y otros erigiéndose en protectores con un pretendido derecho a la patria potestad sobre los países del sur.

El resultado es desolador y la democracia aparece cada vez más desprestigiada y menoscabada, sobre todo en los países desarrollados del norte. ¿Cómo explicar sino, que un gobernante recién votado y democráticamente elegido, decida suprimir quinientos mil puestos de trabajo o triplicar las matrículas universitarias, en contra de sus promesas electorales? ¿Cómo concebir que en el Viejo continente, los compromisos electorales hayan sido sustituidos por las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional que tanto daño hicieron a los países del Sur, en la década de los ochenta? ¿Y cómo se puede justificar que los pueblos deban sufrir y pagar por una mala gestión sin que se depuren responsabilidades?

Ahora que el panorama está así de despejado y las mentiras y oportunismos ya destapados, las sociedades tienen la ocasión histórica de retomar las riendas de su destino y resguardarse de similares abusos en el futuro.

Lo único positivo en este contexto trágico de desorientación y de espera (sin hablar del efecto inesperado y devastador de WikiLeaks), es que ya no se puede dar lección alguna de nada a nadie y que el futuro está de nuevo por construir.

La democracia seguirá sirviendo como marco de gobierno y de convivencia pero habrá que desligarla de las ideologías, ultraliberal, del populismo y de las creencias exacerbadas, como lo fue de los sistemas populares y totalitarios.

El objetivo de la democracia no es desembocar en un modelo único de sociedad sino el de permitir la coexistencia de antagonismos y rivalidades en un marco pacífico y de entendimiento. Nos orientaríamos, pues, hacia una democracia real, afirmada en la sociedad civil y que nos permita ser coherentes con nuestras señas de identidad respectivas. Que respete nuestras culturas y creencias  para facilitar la enriquecedora convivencia.

De ahí, la necesidad de identificar, fomentar y desarrollar en cada cultura, los principios que coincidan con los valores universalmente reconocidos como democráticos, para que el comportamiento democrático sea un aprendizaje natural y permanente, empezando por el respeto al otro como base de todo sistema sociopolítico que garantice los derechos fundamentales a la vida, a la libertad y a la solidaridad.

La democracia no necesita de fórmulas abstractas para conseguir la buena gobernabilidad; basta con el sentido común, la libertad de voto y el consenso en los temas fundamentales.

Las actuales democracias pecan por defecto. Se hacen cada vez más rígidas y formales, a través de un sistema partidista que monopoliza, paradójicamente, el diálogo y la confrontación. Se ha marginado a los otros componentes de la sociedad y se ha enjaulado a la democracia en un laberinto de procedimientos y tecnicismos que le substraen toda substancia.

No todos los políticos ignoran esta realidad pero muchos son los que se aprovechan de un efímero mandato electoral para sacar pecho y lucir corbata nueva. Para estos personajes, la inmunidad parlamentaria, las relaciones de alto nivel y las amistades empresariales se transforman en abuso de poder.

Por todo esto, tendremos que reinventar las reglas del mandato para que nunca más un acto democrático y voluntario se transforme en un secuestro a plazo de la voluntad popular. Una pista posible sería la ampliación de las causas de destitución y del ejercicio del referéndum e iniciativa popular, así como el control del desmedido poder de los partidos políticos. La segunda alternativa atañe a la incomprensible disciplina de los grupos políticos en las instituciones representativas, que  contradice el principio constitucional de que el voto parlamentario es un deber y un derecho personal indelegables.

Lo cierto es que ni las malas prácticas de gobernabilidad ni los efectos perversos de las crisis actuales deben mermar nuestra decidida opción por la democracia. Ahora más que nunca debemos preservarla y protegerla de las insidias de la reacción.

Por suerte, la democracia no es monopolio de nadie, mas bien constituye el único medio para el ciudadano de poder cambiar el curso de los acontecimientos. No importa esperar cuatro o cinco años para recordarlo y exigir replantear los fundamentos alterados. La vida de los pueblos no se mide en términos de mandatos sino por el bienestar de una vida social en la paz que procede de la justicia.

Abdeslam Baraka

Rabat el 29 de diciembre 2010

viernes, 18 de junio de 2010

¡Europa, la última oportunidad!

Basta con fijarse en el gasto del gobierno federal de Estados Unidos, que ronda el 16% del PIB, para darse cuenta de que el limite del 1,27% del PIB fijado al presupuesto europeo no parece ser la solución para salir de su crisis económica. El gasto público estadounidense es, sin duda, lo que permite la recuperación de la economía americana y lo que sustenta el dólar conforme a la política monetaria que se le asigna. El enorme déficit del Estado de California de 42.000 millones de dólares, no parece amenazar ni la moneda ni la economía americanas.

Siguiendo las recomendaciones de los expertos, los países europeos están tomando, cada cual en su ámbito nacional, medidas de corte técnico, con las repercusiones sociales que sabemos, en el momento en que el razonamiento lógico indica que la clave reside en tomar medidas políticas y estructurales de la envergadura del federalismo y de incremento del presupuesto europeo.

Se está asistiendo a un verdadero vals, a contrarreloj, inusual y apresurado, de medidas legislativas y reglamentarias, en la casi totalidad de los países europeos, con la finalidad anunciada de atajar la crisis de la moneda única y evitar quiebras estatales. Es obvio que los recortes de salarios y pensiones, el abaratamiento del despido y el retraso de la edad de jubilación no se corresponden con el objetivo de salvar el Euro y aliviar la deuda pública. A lo más servirían para atenuar el déficit público y mejorar temporalmente la conjetura. Pero, de ninguna manera preparan una cierta inmunidad del sistema frente a la próxima crisis.

Por otra parte, tales medidas amenazan con dificultar el cobro de la deuda privada y aumentar la presión sobre el sistema bancario.

Ante este panorama, resulta sorprendente que el fondo monetario internacional apele a más competitividad de las economías europeas -altamente competitivas, por ahora, a nivel tecnológico y de calidad- sin avisar de que la única vía para hacerla aún más competitiva consiste en superar el modelo chino. Es decir, trabajar más de doce horas al día, más barato y renunciar a todas las prestaciones sociales, amén de la disponibilidad de un mercado interno de alrededor de casi un millar y medio de habitantes, del que no disponen las empresas europeas.

A todas luces, la solución no se puede encontrar en tecnicismos económicos y financieros, que recién demostraron su rotundo fracaso, sino en la recapacitación política que permita al proyecto europeo dar el salto decisivo hacia la estructura federal, que figuraba en la ambición de los fundadores. El proyecto europeo se quedó corto y, posiblemente, las ambiciones electoralistas de algunos de sus líderes lo dejaron más encogido en el acuerdo de mínimos de Lisboa.

El proyecto europeo tiene su última oportunidad. Cierto que el momento es grave y los especuladores de los mercados financieros lo hacen más difícil, pero no hay duda de que si no se avanza, se retrocede. Recobrar el liderazgo político no será fácil. Muchas prácticas innovadoras han transformado la democracia en ecuaciones matemáticas electoralistas, en manos de maquinarias políticas partidistas que se ocupan más de contar votos que de producir ideas y confianza.

El proceso de la Unión Europea no prevé ni estancamiento ni marcha atrás. O avanza o se hunde, y este último escenario no sería de buen augurio para el resto del mundo.

Abdeslam Baraka
Rabat 14 de junio 2010